• Las raíces de la democracia

    ¿Cuál es la relación entre el desarrollo económico, la igualdad social, el reparto de la riqueza y la posibilidad de éxito y estabilidad de una democracia? Carles Boix, en un interesante artículo, intenta ofrecer una respuesta analítica.

    Aquí dejo mi resumen traducido de su artículo.

    Resumen traducido...

    LAS RAÍCES DE LA DEMOCRACIA – Carles Boix

    La democracia es un mecanismo de decisión en el cual, en gran parte, todo está a disposición de cualquiera en cada proceso electoral.

    Una democracia estable o exitosa es aquella en la que prima el uso ininterrumpido de elecciones libres y limpias para elegir representantes políticos.

    En los países en los cuales existe una élite económica y altos recursos naturales, será necesaria la colaboración de los primeros para establecer una democracia viable. La distribución de la riqueza, en pro de una prosperidad general, es una condición asimismo necesaria.


    Idealistas contra realistas

    Tanto idealistas como realistas, en lo que se refiere a políticas de expansión de la democracia, están equivocados.

    Los idealistas explican el actual momento de democratización y éxito de la democracia como un anhelo universal, enraizado en lo mejor del ser humano, que lleva al florecimiento de las instituciones liberales una vez se derriben los sistemas del pasado: instituciones y grupos exclusivos. Se apoyan en el hecho de que el número de democracias se ha ido incrementando con los años, hasta llegar a casi cien en 2000. Además, el mundo prefiere vivir bajo democracias, como indican varios estudios.

    Pero la realidad es que apenas el 50% de los Estados del mundo tienen gobiernos democráticamente constituidos, una proporción sólo un 10% mayor que en 1955 ó 1920. Por otro lado, un sustancial número de democracias nominales no lo son realmente, como vemos en la esfera ex soviética y en América Latina, así como en el África sub-sahariana y Oriente Próximo.

    Los realistas sostienen que la democracia estable está en conexión con el desarrollo económico. Sólo si existe un grado de desarrollo económico básico puede implantarse/generarse una democracia estable, al menos desde la IIGM. La realidad es que los Estados donde más se ha aumentado la renta per cápita y el desarrollo económico no han variado sus sistemas políticos, con referencias claras a los Estados petrolíferos. Por otro lado, no existen realmente buenas explicaciones a cómo el desarrollo económico favorece los cambios en pro de la democracia.

    Los realistas han acertado en cuanto a que las condiciones económicas son importantes para una democracia estable. Pero han fallado en el análisis: es la excesiva desigualdad económica, particularmente en Estados con amplios recursos naturales o agrarios, que hace los conflictos sociales extremos, lo que imposibilita la democracia.

    En una sociedad mayoritariamente desigual, la población se resiente de su bajo status, y la mayoría rica temerá los posibles cambios de una mayoría pobre. Como resultado tenemos instituciones autoritarias que asegurarán sus ventajas sociales y económicas. Por el contrario, en sociedades con cierta igualdad social y económica las élites aceptarán los inciertos resultados de elecciones libres, así como el estar en la oposición.


    El juego democrático

    Unas elecciones libres suponen eventos imprecedecibles. Es decir, el resultado, si son libres, justas y limpias, no podrá predecirse. Así, unos ganarán una elección, y deberán liderar y gestionar, y otros deberán asumir la derrota y colocarse como oposición, a la espera de nuevas elecciones, mientras elevan sus reclamaciones hacia el Gobierno y aceptan su posición.

    No obstante, el proceso electoral no garantiza por sí mismo que los políticos respeten los términos y reglas del procedimiento democrático. El perdedor puede aceptar el resultado, y ser gobernado por el vencedor, o no aceptarlo, reclamando recuentos, impugnando resultados, apelando a organismos u observadores internacionales… Igualmente el vencedor puede usar su posición en su propio beneficio. Sólo si ambos aceptan los resultados tendremos un caso de democracia estable.

    La minoría debe aceptar su posición y la mayoría debe evitar la tentación de usar su posición para excluir permanentemente a la minoría de los mecanismos de control y poder.


    Igualdad de condiciones

    Políticos y ciudadanos permanecerán en las reglas del juego democrático cuando no se den periodos demasiado largos de estancamiento, es decir, cuando la alternancia se produzca. Si la posibilidad de acceso al poder es real, no habrá tentaciones para derribar el sistema. La democracia será posible cuando ganadores y perdedores, y los votantes que representan, vivan bajo condiciones relativas de igualdad.

    Si las desigualdades son muy grandes, la mayoría pobre verá las elecciones como un modo de distribuir la riqueza, y la minoría rica verá en esas mismas elecciones peligrar su status.

    Por ello, una relativa igualdad económica y social, y un justo reparto de la riqueza son condiciones necesarias para asegurar el éxito de una democracia.


    Tierra, minerales y petróleo

    Si ven peligrar su status, es probable que una minoría rica apoye y favorezca sistemas autoritarios como forma de autoprotección. Aquí, el hecho de que la riqueza de esta minoría sea o no transferible influye directamente en esa decisión: si hablamos de riquezas no transferibles (tierras, minerales o petróleo, es decir, recursos naturales), existen serias posibilidades de que la mayoría rica pretenda controlar el Estado, reprimiendo a la oposición, y eliminando cualquier camino hacia modelos democráticos para proteger sus posesiones. En oposición, si los recursos son transferibles es más probable que toleren la democracia, pues en el caso de que vean peligrar su capital pueden volatilizarlo.

    El desarrollo económico y la industrialización van de la mano de la expansión de la educación, la formación de fuerza de trabajo cualificada, y del aumento de las posibilidades e igualdad económica entre la población. Pero este desarrollo e industrialización se ha realizado con la explotación de los recursos naturales de terceros Estados y sistemas económicos basados en la manufactura industrial y negocios de capital humano intensivo.

    La realidad es la siguiente: desde 1950, el 80% de Estados no exportadores de petróleo con una renta per capita elevada han sido y son democracias. En los Estados petrolíferos, generalmente son los sistemas autoritarios los que prevalecen. Al depender su poder económico de este recurso natural su opción se decanta por la supresión de demandas de libertad y democracia.

    Se dice que es el Islam como religión el causante de los autoritarismos en los Estados musulmanes. No obstante, lo cierto es que la mayoría de los musulmanes del mundo viven bajo un gobierno democrático, en Estados como India, Turquía, Indonesia o Blangladesh. Por el contrario, todos los países del mundo estrictamente árabe son autoritarios o totalitarios. Esto se debe no a la religión, o la cultura, sino a la fuerte presencia de recursos naturales controlados por una élite económica.

    En cualquier caso, y como resulta obvio, no es la presencia de recursos naturales lo que lleva al autoritarismo/totalitarismo, o mejor dicho, que impide la democracia, sino el acceso a la riqueza que dicho recursos generan. Noruega es un buen ejemplo de ello.

    En contra, para sociedades autoritarias o recién democratizadas la presencia o descubrimiento de sustanciosos recursos naturales (o el comienzo de su explotación a gran escala) es muy perjudicial y negativa, pues sólo las élites políticas y económicas se beneficiarán de esa riqueza y se autoprotegerán asaltando el sistema político, reduciendo al tiempo políticas en pro de la industrialización del país o un crecimiento social. Es el estándar de Estados como Rusia, o muchos ejemplos de África, Latinoamérica y Próximo y Medio Oriente.


    Violencia política

    Si el autoritarismo está bien atrincherado en un Estado, la oposición sólo tiene un instrumento para tomar el Estado: la violencia política. Su uso se produce en Estados con fuerte desigualdad social donde la riqueza no sea transferible, y además es atractiva para aquellos que están excluidos del poder del Estado. Además, sólo si la desigualdad es muy grande y dicha violencia conlleva la pérdida significativa de vidas humanas, siendo el resultado de la violencia incierto, la oposición asumirá los riesgos de una guerra civil.

    En esta línea, a un bajo nivel de desigualdad con los activos fijos, tenemos democracias estables. Cuando dicha desigualdad crece, aparecen los autoritarismos. Cuando es extrema surge la violencia política.


    Evidencias contemporáneas

    Significativamente existe una relación directa entre el porcentaje de urbanización e industrialización y de familias granjeras y la proporción de democracias en el mundo, en un espacio que abarca desde 1850 a 1995.

    Así, con un promedio del 80-100% de urbanismo e industrialización, independientemente del número de familias granjeras, tenemos una proporción de 100 de democracias, mientras que en caso contrario, en el promedio de 0-20% de urbanismo e industrialización, relacionados con el nivel agrario, la proporción de democracias varía de 0 a 10.

    Referidos a las evidencias en EEUU, vemos que, en 1910, las restricciones eran especialmente altas en los estados del Sur, los antiguos Confederados., mientras que en el centro del país, así como en la costa oeste y las zonas “Federadas” los niveles eran bajos o nulos, con zonas de transición medias entre unos y otros.

    Por último, es una realidad que el uso de la violencia para efectuar cambios políticos ha sido y es un fenómeno generalizado en el mundo. Desde 1820 a 1990 se calcula que ha habido 137 guerras civiles, y desde el final de la IIGM más de 16 millones de seres humanos han perdido la vida en conflictos civiles. Constan aproximadamente 500 guerrillas armadas en el periodo comprendido entre 1919 y 1997. En el mismo periodo se estima que se han producido unos 1500 asesinatos por motivos estrictamente políticos.


    Allanando el camino para la democracia

    La pregunta clave es si se pueden preparar las condiciones económicas para favorecer una exitosa transición política a la democracia.

    Los constructores de políticas se enfrentan entre las soluciones a corto plazo y las soluciones a largo plazo, entre violentas y no violentas estrategias de intervención, entre mantener a una élite económica o abordar el cambio de sistema.

    Históricamente, las democracias han sustituido a los sistemas autoritarios en dos caminos: uno, tras un largo proceso de desarrollo económico y transformación económico-industrial, con el consabido cambio de riquezas no transferibles a capitales transferibles, el aumento de la riqueza y distribución social y el debilitamiento de las viejas élites autoritarias. El otro, con dichos cambios producidos tras una enorme violencia política o la intervención de una potencia extranjera.

    Lo cierto es que la mayoría de las sociedades pre-industriales y pre-industrializadas se caracterizan por la desigualdad, el autoritarismo y el subdesarrollo.

    La democratización resulta pues, por un lado, del largo proceso de desarrollo moderno, ligado con el capitalismo comercial e industrial, el reparto progresivo de la riqueza generada por dicha actividad capitalista y por los recursos naturales, y más igualdad económica, que hicieron posible las revoluciones liberales. Así, en estos Estados no absolutistas, las instituciones parlamentarias establecieron un Estado de Derecho que, entre otras cosas, protegieron los intereses de los comerciantes e inversores, al tiempo que favorecían una revolución científica y técnica. Allí donde finalmente llegó la igualdad económica triunfó la democracia de forma pacífica. Sin una sociedad centrada en el desarrollo económico, la destrucción de las élites autoritarias se produjo sólo como el resultado de guerras, deposiciones, derrocamientos y ocupaciones extranjeras (Alemania, Italia, Japón, Corea y Taiwán, ejemplos producidos tras la IIGM).


    ¿Esparciendo la democracia?

    Para ello, son necesarias algunas lecciones.

    Primero, se debe actuar como “realistas” pensado sobre los fundamentos reales de los regímenes liberales. Para echar raíces, la democracia necesita una tierra fértil que debe ser preparada.

    Segundo, ese trabajo no puede consistir en medias medidas. La simple ayuda económica extranjera no es suficiente, puesto que la simple limitación a otorgar créditos y ayudas no garantiza su correcta aplicación. Por otro lado, deben vigilarse siempre a las élites económicas locales.

    Tercero, la democracia viene después del crecimiento económico y la modernización. En cualquier caso, este proceso lleva tiempo.

    Existen además dos posibles vías para crear posibilidades de cambios económicos: 1) ayuda económica a cambio de derechos y libertades progresivos, y 2) comercio libre y políticas abiertas de inmigración que abran al Tercer Mundo los mercados del Primer Mundo. No obstante, las ayudas condicionadas no son popularmente aceptadas en el Tercer Mundo, especialmente en América Latina, al tiempo que la apertura de mercado provoca serios recelos en políticos y electorado de los países desarrollados.

    Sin olvidar que queda el escollo de las élites económicas de los Estados ricos en recursos naturales, que pueden no encontrar incentivos a ese crecimiento y desarrollo económico y democrático.

    Finalmente existe otra vía: la democracia puede ser impuesta y estabilizada por un cambio violento y radical, una revolución, impuesta desde el exterior. En está vía sólo se podrán implantar democracias volátiles. Aunque ciertamente la ocupación militar haya sido en el camino una vía para implantar democracias, esto no significa que sea el camino a seguir. Esta estrategia necesita muchos recursos y extremo consenso. Sin un apoyo generalizado, acabará en fracaso. Y nadie asegura que las cosas no cambien, que no regresen al punto anterior, cuando termine la ocupación.

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