• El auge y la caída de los mexicas

    Para el segundo número de La Cruzada del Saber escribí un pequeño artículo fruto de los cursos tomados durante el semestre otoñal de 2008 en la Universidad de Bergen.

    Así, satisfaciendo mi propia curiosidad decidí usar todas las lecturas y notas de un proyecto frustado para elaborar este pequeño esbozo sobre la gran civilización que los castellanos encontraron cuando llegaron a la masa continental americana a través de centroamérica.

    Leer el artículo...
    Descargar el artículo en PDF desde La Cruzada del Saber, nº2
    Visitar La Cruzada del Saber
    LOS MEXICAS

    En las fértiles tierras del Valle de México, en la llamada Mesoamérica nuclear, se desarrolló, como en los Andes, Egipto, Mesopotamia, el Indo o China, un núcleo civilizatorio original, cuyo exponente de máximo desarrollo y cara final fueron los mexicas, herederos de toda la cultura mesoamericana previa. Venidos de tierras del lejano norte, los mexicas crearon un imperio imponiéndose frente a sus enemigos y dominadores en menos de un siglo, y mediante el terror y la sangre sometieron a muchos pueblos mesoamericanos.

    El auge de los mexicas fue rápido. Desde su asentamiento en el Valle hasta su despunte como potencia dominante pasó tan sólo un siglo, pero en tres años, con la llegada de los conquistadores castellanos, el imperio mexica fue derrotado.

    En este pequeño artículo vamos a repasar el auge y caída de esta fascinante civilización desde una perspectiva histórico-política, y exponer algunas causas por las cuales, quizá, los castellanos pudieron conquistar, con una asombrosa inferioridad numérica, tan grandioso imperio.

    ¿AZTECAS O MEXICAS?

    Al iniciar este pequeño estudio advertí que, dependiendo de la fuente, la referencia al gran imperio mesoamericano variaba entre dos gentilicios, azteca o mexica, en algunos casos de forma absoluta (referencias únicamente a aztecas o a mexicas), en otras usándolos indistintamente como sinónimos.

    Como aclara el profesor Miguel León-Portilla, el término azteca hace referencia al origen histórico-mitológico de los mexicas. “Azteca significa habitante de Aztlan, lugar de garzas, mítico escenario del origen étnico, situado en el vasto norte de México. A su vez, mexica […] es el gentilicio derivado de uno de los nombres del dios protector, el portentoso Huitzilopochtli”. De acuerdo con la cosmología azteca, éstos cambiaron su nombre al abandonar Aztlan por el de mexicas.

    Las fuentes de la época consultadas (Hernán Cortés, Fray Bernandino de Sahagún, Bernal Díaz del Castillo, Pedro Mártir de Anglería), y la antología de textos indígenas de León-Portilla (La visión de los vencidos) hablan asimismo de los mexicas o de los mexicanos.

    Por qué el gentilicio azteca es usado hoy en día es explicado, una vez más, por León-Portilla, y dicha razón se remonta a la independencia de México, consumada en 1821, cuando los ciudadanos del nuevo Estado adquirieron la denominación de mexicanos, tomando los mexicas de etnia el viejo nombre de aztecas. Richard F. Townsend sitúa la vuelta en la educación al término azteca ya en el siglo XVIII.

    Así pues, atendiendo a las fuentes originarias, y una vez aclarado este punto semántico, a lo largo de este artículo nos referiremos siempre a los aztecas como mexicas.

    EL ORIGEN DE LOS MEXICAS

    A lo largo del siglo XII diversos grupos de etnia nahua comenzaron un proceso migratorio desde sus lugares de origen histórico-mitológicos (Aztlan -el lugar de las garzas- y Chicomóztoc -el lugar de las siete cuevas-) hacia el Valle de México. Los que por entonces eran conocidos como aztecas (los habitantes de Aztlan) fueron el último de estos grupos en migrar e invadir el Valle.

    Su origen como pueblo es incierto. De acuerdo con la mitología mexica, los por entonces aún aztecas vivían, como hemos dicho, en Aztlan, lugar a caballo entre la realidad y la mitología en medio de un lago sito en algún lugar indeterminado del norte del actual México, o sur de los Estados Unidos. El Códice Boturini nos muestra la larga peregrinación de dos siglos de los mexicas desde que abandonaron Aztlan, donde estaban sometidos por sus antiguos señores, hasta que llegaron al Valle y fundaron en islas del lago Texcoco las ciudades de Mexico-Tenochtitlan (1325), la que sería su gran capital, y Tlatelolco (1338), unos dos siglos después. Al iniciar esta larga marcha, su dios protector, Huitzilopochtli, les dijo: “ahora ya no os llamaréis aztecas, vosotros sois ya mexicas”. Durante otros casi 200 años los mexicas se levantarían como el pueblo hegemónico de los muchos que había en el Valle, y extenderían su poder y dominio por todo el centro de México.

    LA CREACIÓN DE UN IMPERIO

    Cuando los mexicas llegaron al Valle y fundaron Mexico-Tenochtitlan no estaban, ni mucho menos, solos. Numerosos pequeños reinos, ciudades-Estado, salpicaban toda la región. Pero tres sobresalían especialmente sobre los otros: Azcapotzalco, Culhuacán y Coatlichan.

    Azcapotzalco señoreaba sobre muchas tierras y pueblos del Valle, y los mexicas fueron tributarios durante largo tiempo de este reino, participando en gran número de sus campañas bélicas. Culhuacán era un reino en decadencia que pronto fue absorbido por Azcapotzalco, mientras que Coatlichan, la tercera gran fuerza del momento, era poderosa y recibía tributos sumisos, aunque su fuerza nunca fue tan grande como la de Azcapotzalco. Coatlichan, a la postre, sería debilitado por sus antiguos tributarios, apoyados por Azcapotzalco. En un breve lapso de tiempo la situación geopolítica del Valle se alteró sustantivamente, y en ello los mexicas tuvieron mucho que ver. Ya entonces los mexicas se demostraron poderosos y temibles guerreros.

    Pero la relación entre Mexico-Tenochtitlan y Azcapotzalco era ambigua y estaba plagada de tensiones. Los mexicas eran un pueblo tributario, y participaron en muchas de las campañas de conquista de Azcapotzalco, que cada vez ampliaba más y más su poder y dominios. Pero este éxito reveló una gran fuerza guerrera latente en los mexicas, de las que los señores de Azcapotzalco desconfiaban. Aunque las noblezas de ambos reinos se habían entrelazado (para los mexicas era, sin duda alguna, un sagaz movimiento), las desconfianzas y los recelos mutuos salpicaban las relaciones entre señores y vasallos. Con todo, el desarrollo de Mexico-Tenochtitlan estaba en auge, y el asentamiento, otrora un pueblucho de chozas, era ya una ciudad en toda regla.

    A comienzos del siglo XV la situación entre Azcapotzalco y Mexico-Tenochtitlan se volvió muy tensa, y el conflicto bélico acabó estallando. Aliados con Texcoco y Tlacopan (que acabó como Estado pelele), los mexicas lograron lo que parecía imposible, la resistencia y posterior victoria sobre Azcapotzalco en 1428. A partir de entonces, el tlahtoani (líder de una ciudad/pueblo) de Mexico-Tenochtitlan pasó a ser el huey tlahtoani (gran líder, sobre varias ciudades) de la confederación de vencedores, y dicho huey tlahtoani, Itzcóatl (1428-1440), iniciaría el periodo de expansión y conquista de los mexicas, así como una serie de profundas transformaciones propiciadas por los éxitos militares, al tiempo que en el imaginario colectivo mexica quedaba grabada a fuego la gran victoria sobre Azcapotzalco como la señal inequívoca de ser el pueblo elegido, el Pueblo del Sol.

    Así, desde mediados del siglo XV y hasta principios del XVI, los siguentes huey tlahtoani extendieron los dominios mexicas. Fueron los tiempos de conquista de Motecuhzoma Ilhuicamina (1440-1469, también conocido como Moctezuma I), Axayácatl (1469-1481), Tízoc (1481-1486, que fue algo pusilánime, y que más bien supuso un interregno), Ahuítzotl (1486-1502) y finalmente Motecuhzoma Xocoyotzin (1502-1520, también Moctezuma II, para diferenciarlo de Motecuhzoma Ilhuicamina). Los tributos y el comercio permitieron reinventar Mexico-Tenochtitlan y Tlatelolco, sustantivamente la primera. El Templo Mayor fue ampliado en numerosas ocasiones, y la ciudad creció en tamaño y población (probablemente rebasaba los 200.000 habitantes cuando los conquistadores castellanos llegaron a ella en 1519), mientras que la sangre de los enemigos fluía en sacrificio. El comerció asimismo floreció. La abundancia llegó a ser tal (salvo los años de sequía, que conllevaban hambrunas) que incluso se llegó a enviar una expedición al norte en busca del mítico Aztlan.

    Imponiéndose mediante la guerra y manteniendo su poder mediante el terror de los sacrificios humanos, los mexicas se extendieron por todo el Valle central y lo mantuvieron por algo menos de un siglo durante el cual fueron, sin lugar a dudas, el pueblo elegido dentro del Valle de México, el Pueblo del Sol.

    MALOS PRESAGIOS

    Moctezuma II había ascendido como huey tlahtoani en el año 1502. Como líder, emprendió las últimas conquistas mexicas y ensanchó los límites del imperio, habiéndose destacado previamente como notable guerrero. Como hombre, se dice que era profundamente religioso, versado en historia y antiguas doctrinas.

    Pero cuentas las cónicas indígenas que, en la cúspide de su reinado, Moctezuma comenzó a recibir una serie de presagios y prodigios funestos: casas que ardían sin poderse sofocar las llamas con agua, rayos sin truenos que golpeaban los templos, madres que enloquecían y gritaban en la noche, clamando por un lugar donde llevar a sus pequeños, extraños animales que revelaban el futuro, seres humanos deformes, una espiga de fuego que atravesaba el cielo… Todo ello desde una década antes de la llegada de los castellanos. Moctezuma pasaba largas horas en la Casa de lo Negro (un recinto de estudio esotérico y religioso, y de meditación) contemplando y meditando acerca de los presagios. Se dice que Moctezuma se mostraba cada vez más alicaído según pasaba el tiempo. Las señales no sólo fueron advertidas por los mexicas. Otros pueblo, como los txalcaltecos (futuros aliados de los castellanos contra Mexico-Tenochtitlan) también contemplaron presagios aciagos.

    Pero se dieron unas señales mucho más reales, y que atormentaron aún más a Moctezuma. Desde finales del siglo XV numerosos barcos bajo pabellón castellano surcaban las aguas del Caribe, explorando sus costas, y llevando a los conquistadores en sus entrañas. Tras explorar las Antillas, pasaron a las cosas de Tierrafirme (caribe de las actuales Colombia y Venezuela) y del Golfo de México, llegando en ocasiones a desembarcar. Los navíos castellanos habían descubierto las costas de Yucatán en 1517, de la mano del expedicionario Francisco Hernández de Córdoba. En 1518 otra expedición surcó las aguas mexicanas. Moctezuma recibió inquietantes informes: gentes nunca antes vistas venían a bordo de casas del agua, que eran grandes como montañas, y que mostraban un interés especial en saber de los mexicas. Estos forasteros eran blancos y barbudos, tal y como se describía al dios Quetzalcóatl, y eran altos como dos y tres hombres. Algunos tenían dos cabezas, como de extraños venados.

    EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS

    En 1519 Moctezuma recibió una terrible noticia. Un grupo de estos hombres-dioses había desembarcado y se encaminaba hacia la ciudad de Mexico-Tenochtitlan. Comenzó entonces un ir y venir de mensajes entre los extranjeros y Moctezuma, controlando el segundo en todo momento los movimientos de los primeros, intentando evitar diplomáticamente que se acercaran a la capital, y finalmente, preparando el encuentro con ellos.

    Moctezuma estaba inquieto, temeroso, así como su pueblo. Quizá se afligió de forma excesiva, y lo contagió a su pueblo. Un texto indígena recoge incluso que pensó de abandonar todo y huir, aunque más tarde se recobró de tal idea. Hasta tal punto llegaba la desazón del huey tlahtoani.

    Finalmente, en contra de sus deseos, el 8 de noviembre de 1519, en la calzada de Iztapalapa, Moctezuma y Hernán Cortés se encontraron. Los castellanos contaban con 400 hombres, menos de dos docenas de caballos (venados a los ojos indígenas) y una nada desdeñable fuerza de unos 4.000 aliados indígenas opositores al poder de los mexicas, en su mayoría txacaltecas. Cortés contaba, al mismo tiempo, con la inestimable ayuda de dos personajes clave de este periodo: la Malinche, concubina de Cortés, y Jerónimo de Aguilar, un naufrago rescatado por Cortés. Ambos le hacen de intérpretes ante un Moctezuma amedrentado, pues ambos hablaban náhuatl.

    Los castellanos son invitados a alojarse en el palacio de Axayácatl, el antiguo tlahtoani, y padre de Moctezuma II, y quedan embelesados con la ciudad, que ellos mismos describen como magnífica, mientras que los mexicas descubren pronto su exacerbado interés por el oro.

    LA CAÍDA DE LOS MEXICAS

    Cortés y sus hombres pronto se dieron cuenta de las magníficas riquezas que en la ciudad capital de los mexicas había, pero también se mostraron escandalizados ante los sacrificios humanos e instaron a los mexicas a convertirse al cristianismo. Cuando Moctezuma los llevó al templo mayor, los castellanos derribaron los ídolos indígenas e impusieron la cruz cristiana, celebrando allí una misa, ante el asombro de los mexicas.

    Muchos mexicas desconfiaban de los europeos, y se produjeron algunos incidentes menores, en los que Moctezuma siempre intervenía a favor de los castellanos, aún en la creencia de que éstos eran semidioses y temeroso de las consecuencias. Por estos mismos motivos colaboró en todo con Cortés, y le suministró todo el oro que iba pidiendo, que no era poco. Cortés decidió que lo más adecuado para sus propósitos era controlar a Moctezuma, y la mejor forma de hacerlo era de forma directa. El 14 de noviembre de 1519 los castellanos toman preso a huey tlahtoani, al que mantienen bajo control.

    Durante los seis meses siguientes Moctezuma es prisionero de los castellanos y el imperio mexica títere de éstos, aunque ya nadie pensaba que los conquistadores eran dioses, si bien sí sabían que eran poderosos.

    Pero en el Caribe, Diego Velázquez de Cuéllar, Gobernador de Cuba, estaba molesto con Cortés, al que mandó en expedición a México y cuya ambición y éxitos lo eclipsaban, así que mandó a Pánfilo de Narváez al mando de 1.400 súbditos de Castilla para rendir a Cortés. Éste salió de la ciudad el 10 de mayo de 1520, dejando al mando a un siniestro personaje, Pedro de Alvarado.

    Diez días después de que Cortés saliese al encuentro de Narváez los mexicas celebraban en el Templo Mayor una fiesta en honor de Huitzilopochtli con el permiso de Alvarado. Aunque los motivos del ataque difieren según la versión sea castellana o indígena, lo cierto es que los conquistadores irrumpieron armados en plena celebración del acto en el templo y masacraron a cuantos encontraron a su paso. Las crónicas hablan de la afición de Alvarado por el uso de perros de guerra y de su sadismo en combate. El pueblo mexica se alza en armas, rebelado contra los que usurpan el poder y la riqueza, y derramaron la sangre de sus hermanos. Pedro de Alvarado se da cuenta de su error y se refugia con sus hombres en los palacios reales, atrincherándose hasta la llegada de Cortés y disparando sobre los mexicas.

    El 24 de mayo Cortés regresa, entrando a hurtadillas en la ciudad, y juega su última baza: ordena a Moctezuma que intente calmar a su pueblo, pero el pueblo no reconoce ya al huey tlahtoani y lo recibe con indignación. No se sabe si, ante su inutilidad futura los españoles deciden matarlo allí mismo o, según cuentan los códices, Moctezuma es asesinado a pedradas por su propio pueblo, que lo ve como un traidor, pero lo cierto es que el huey tlahtoani murió ese mismo día.

    Cortés contempla la situación en Mexico-Tenochtitlan y ve inviable la victoria. Sitiados y con los alimentos escaseando, decide organizar los preparativos para huir de la ciudad y reagruparse con refuerzos de la costa. La noche del 30 de mayo los castellanos, con los bolsillos llenos de oro, abandonan la ciudad. Debido al peso que llevaban, muchos de ellos son alcanzados por las flechas mexicas en su huida de la ciudad. Cuando las cosas se calmaron un poco y pararon a recobrar el aliento, Cortés lloró a los pies de un árbol en la llamada Noche Triste. En torno a ochocientos castellanos y unos cinco mil aliados indígenas habían perdido la vida. Los capturados fueron ofrecidos en sacrificio en el Templo Mayor.

    Pero antes de llegar al territorio aliado de Tlaxcala, las tropas mexicas, compuestas de varias decenas de miles de guerreros, atajaron la huida de los castellanos y sus aliados indígenas, en Otumba. La batalla se presentaba muy desigual, unas cuantas centenas de conquistadores y algunos miles de aliados indígenas, pero la fortuna sonrió a Cortés y sus hombres. El uso de armas de fuego, y la primera carga de caballería que contemplaban los ojos de los americanos tomó por sorpresa al general mexica, Cihuacóatl Matlatzincátzin, que murió a manos castellanas. Sus tropas huyeron en desbandada.

    Mientras tanto, en Mexico-Tenochtitlan, Cuitláhuac, hermano de Moctezuma, era nombrado nuevo huey tlahtoani, y organizaba una gran hueste para expulsar a los castellanos de su territorio. Sin embargo entró en juego un terrible enemigo, la viruela. Traída a bordo de las naves castellanas, este silencioso virus atacó sin piedad a toda la población indígena, teniendo especial virulencia en los centros urbanos. Cuitláhuac no llegó a los cien días como líder mexica, siendo sustituido por Cuauhtémoc, último huey tlahtoani, que tenía ante sí la difícil tarea de preparar y comandar un ejército y un imperio sacudido por la viruela.

    Los conquistadores, a su vez, reorganizaban tropas en la costa con refuerzos venidos de Cuba y con los aliados indígenas, txacaltecas en su mayor parte, pero con presencia de otros pueblos, como totonacas, texcocanos o chalcas. Cortés logró una hueste que debía rondar los cien mil hombres, aunque sin sobrepasar tal número. Las fuerzas mexicas eran cuatro o cinco veces superiores, pero se vieron traicionados por muchos pueblos vasallos o enemigos en contra de los invasores extranjeros. Aunque todos sabemos que los datos numéricos que se refieren a batallas pocas veces son exactos.
    Cortés va sumando aliados de entre los indígenas contra los mexicas mientras avanza hacia los lagos. Con una magnífica previsión militar, ordena construir y botar en los lagos (el Texcoco, fundamentalmente) hasta 13 bergantines armados con cañones, que sitian Mexico-Tenochtitlan y la bombardean. El sitio se completa por tierra, pasando a cuchillo a todo aquél que no se rindiese ante los conquistadores. Los mexicas, encerrados en Mexico-Tenochtitlan y Tlatelolco, ven poco a poco mermadas sus fuerzas por el hambre y las enfermedades.

    El sitio, comenzado en mayo de 1521, se recrudece en junio del mismo año, cuando Cortés ordena un asalto general. Los conquistadores y sus aliados no tienen piedad. Los cañones devastan la ciudad, cada edificio, cada calle. Poco a poco los mexicas van perdiendo terreno, y finalmente, Cuauhtémoc tiene que huir a Tlatelolco ante la caída inminente de Mexico-Tenochtitlan, con la intención de negociar la rendición de la ciudad, pero sin embargo es capturado por las tropas de Cortés.

    Según las crónicas de los mismos indígenas y de los castellanos, Cuauhtémoc, preso ya de los europeos y frente a sus captores, le arrebató el puñal a Cortés, y le pidió que acabase con su vida tal y como había acabado con su imperio. Sin embargo Cortés consideró su utilidad y lo dejó vivir tres o cuatro años más.

    Cuando Cuauhtémoc abandonó Mexico-Tenochtitlan, y tras una larga y encarnizada lucha, la ciudad cayó en manos de los conquistadores. Era el 13 de agosto de 1521. Entre 40.000 y 100.000 mexicas murieron en los combates y los saqueos. El hambre y la viruela se llevó con seguridad decenas de miles más.

    Para comprender esta conquista contra todo pronóstico hay que enfocar no tanto el número de hombres puestos sobre el campo de batalla o la indudable superior tecnología militar castellana (aunque lenta: recordemos que un cañón o un trabuco necesitan un tiempo para ser recargados), en la que también participaron perros y caballos de batalla, sino también un factor determinante: las enfermedades, especialmente la viruela, que causaron estragos entre la población, y no sólo numéricos, pues muchos interpretaron esta extraña y virulenta enfermedad como un presagio de un final inevitable. Igualmente, la participación de decenas de miles de indígenas aliados es básica para entender las claves de la conquista castellana.

    Aunque un elemento imprescindible suele obviarse: la información. En especial en 1519-1520, antes del inicio de las hostilidades. La Conquista de México hubiera sido muy distinta sin las figuras de la Malinche y de Jerónimo de Aguilar, que proporcionaron a Cortés el control sobre lo que se decía y se pensaba, el control de la información.

    EPÍLOGO

    El gran imperio de Centroamérica había caído en tres años. Pero esto no significó que las conquistas hubieran terminado, o que el terreno estuviese pacificado. Mientras comenzaban los repartimientos en terreno mexica, los indígenas aliados y los españoles iniciaban otras exploraciones y conquistas hacia el norte y el sur del Valle, al tiempo que en Castilla se formaba el Consejo de Indias (1524) y comenzaban los problemas legales de Cortés.

    Pero especialmente comenzó el proceso de pacificar por la fuerza toda al región, aculturando, hispanizando y cristianizando a los nativos, y esclavizándolos. Desde la Península se mandaban funcionarios y se creaban instituciones que conformarían todo el periodo colonial.

    Y sobre todo, la fiebre del oro, de la plata y de las riquezas se había desatado. La veda estaba abierta.

    BIBLIOGRAFÍA


    “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España”, de Bernál Díaz del Castillo.

    “Cartas de relación” de Hernán Cortés.

    León-Portilla, Miguel, 2005, Aztecas-Mexicas, desarrollo de una civilización originaria, Móstoles (Madrid), Algaba Ediciones.

    León-Portilla, Miguel, [1985] 1988, Crónicas Indígenas: Visión de los vencidos, Madrid, Historia 16.

    Townsend, Richard F. [1993] 2000, The Aztecs, London, Thames & Hudson Ltd.

    Códice Boturini, anónimo, siglo XVII.

    Coe, Michael D. & Koontz, Rex, [1962] 2002, Mexico, from the Olmecs to the Aztecs, London, Thames & Hudson Ltd.

    Hamnett, Brian [1999] 2001, Historia de México, Madrid, Cambridge University Press.

    Lucena, Manuel, 2005, Atlas histórico de Latinoamérica, desde la prehistoria hasta el siglo XXI, Madrid, Editorial Síntesis.

    Garavaglia, Jaun Carlos & Marchena, Juan, 2005, América Latina de los orígenes a la independencia, Vol 1: América precolombina y la consolidación del Estado colonial, Barcelona, Editorial Crítica.

    Meyer, Michael C. & Beezley, William H., 2000, The Oxford History of Mexico, New York, USA, Oxford University Press.

    Pastor, Beatriz, [1983] 1988, Discursos narrativos de la conquista: mitificación y emergencia, Hanover NH, USA, Ediciones del Norte.

    Moctezuma, Eduardo Matos, 1989, The Aztecs, Nueva York, Rizzoli International Publications.

    Adams, Richard E.W., [1977] 1996, Prehistoric Mesoamerica, Oklahoma, USA, University of Oklahoma Press.

    Brading, David A., [1984] 2004, Mito y Profecía en la historia de México, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica.

    Sokolow, Jayme A., 2003, The Great Encounter; native peoples and European settlers in the Americas, 1492-1800, New York, USA, M.E. Sharpe.

    Miralles, Juan, 2001, Hernán Cortes, inventor de México, Barcelona, TusQuests Editores.

    Ruhnau, Elke & Demiel, Claus, 2000 Jaguar and Serpent; the Cosmos of Indians in Mexico, Central and South America, Berlín, Dietrich Reimer Verlag GmbH.

    more
  • 2 comentarios:

    Heferstion dijo...

    Un saludo a todos los amigos mexicanos que entran casi diramente a leer esta entrada.

    Os animo a dejar vuestros comentarios.

    Heferstion dijo...

    Actualizando la información que aparece en este artículo, recientemente se han encontrado vestigios de una pirámide (dentro de otra piramide ya conocida) en la zona ocupada por Tlatelolco de unos 800 años de antigüedad, lo que podría adelantar la fecha histórica de la llegada de los mexicas al Valle en unos 100 años.