• Jean Monnet, un líder de Europa

    JEAN MONNET, UN LÍDER DE EUROPA


    No es tanto lo que se conoce de este ilustre personaje, clave para la construcción de Europa en la Unión que actualmente existe.

    Movido por las circunstancias, pero siempre con una visión clara del resultado final, Monnet supo, acertadamente, hacer lo (poco) que había que hacer cuando había que hacerlo.

    Quizá falto de vehemencia, sutil y discreto en las formas, pero con un proyecto que inequívocamente apostaba por una Europa unida en una federación, Monnet luchó y trabajó en ello durante toda su vida.

    Un Ciudadano de Honor de Europa (1979) con merecido reconocimiento, pero, desgraciadamente, poca divulgación a nivel ciudadano.

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    EL LIDERAZGO EN LA FIGURA DE JEAN MONNET


    JEAN MONNET Y EL LIDERAZGO

    Ya que sobre el liderazgo se han escrito ríos de tinta, con resultados más o menos exitosos, me centraré, desde el primer momento, en analizar las cualidades que, en base a mi observación, definen a Jean Monnet como líder claro e indiscutible tanto de su tiempo en general, como del proceso de creación de Europa en particular. Un líder dialéctico y pedagógico, un auténtico arquitecto institucional tanto en la teoría como en la práctica.

    No obstante no deja de ser paradójico que el gran arquitecto institucional de Europa, el más importante por obra y determinación de nuestros “padres fundadores” sea, al igual que los otros que le acompañaron en su camino hacia Europa, sea una figura poco conocida fuera de los ámbitos institucional y/o académico.

    Asimismo no deja de resultar paradójico la falta de liderazgo que existe hoy día en la Unión Europea, la falta de determinación y acción que vemos, por su ausencia, en los dirigentes europeos que conforman el Consejo Europeo, o la irrisoria Comisión, con su actual presidente, Barroso, al que el profesor Santiago Petschen definió como “hombre carente de visión europea”.[1]

    Empero, aunque sean las características como líder de Jean Monnet, identificadas a través de la lectura de sus Memorias, el punto esencial de este pequeño opúsculo, sería un absurdo lanzarse a enunciar éstas sin hablar de liderazgo.

    Así, “el liderazgo es un fenómeno a la vez simple y complejo. Sus complejidades son paradójicas: es arte y ciencia, implica estabilidad y cambio, está asentado en cualidades personales y en destrezas interpersonales, vive entre el pensamiento y la acción, requiere decisiones y resultados, misiones individuales y visiones compartidas, gestión de procesos e inspiración de personas. Es transaccional y transformacional, sirve a empleados y a clientes, a administradores y a administrados, exige un firme compromiso con el aprendizaje… y el desaprendizaje, actúa en el presente y existe para generar futuro. Se centra en valores pero se deja ver en los comportamientos, se asocia con el poder pero depende de la autoridad, sirve para transformar aspiraciones en realizaciones, se suele explicar en términos racionales… pero sólo funciona cuando además hace vibrar la cuerda de las emociones…[2]

    El líder, ejerciendo el liderazgo, aparece en las situaciones de necesidad, se eleva sobre el resto y, en las encrucijadas de dichas situaciones de necesidad, es capaz de elegir entre las diferentes opciones, siempre en base a su visión, y tomar decisiones consecuentemente, decisiones que influirán en los demás y les pondrán en movimiento para superar tanto las encrucijadas como los momentos de necesidad.

    Aunque sin duda hay diversos tipos de liderazgo, como también de líderes, nos centraremos en el liderazgo dialéctico, que encarna Monnet. El líder dialéctico hace valer su liderazgo, su visión, no mediante la imposición o la fuerza, sino mediante la dialéctica, el diálogo y la razón, como es lógico. En una situación dada, y frente (y junto) a los otros, el líder aparece con su visión propia tanto del momento como para resolver la situación, y es capaz de hacerse escuchar por aquellos que tomarán las decisiones.

    Por supuesto, cualquier tipo de liderazgo se sustenta sobre dos pilares, la credibilidad y la eficacia, el crédito, la credibilidad del líder como persona, y como líder en sí mismo (cualidades inseparables) y la eficacia de sus propuestas, que generan, en caso de éxito, un mayor crédito.

    Por último, el esquema de desarrollo del liderazgo, en función de mis limitados conocimientos sobre el tema[3], se basa en dos modelos: el modelo reactivo, basado en miedos y en la máxima ganar o perder, y que descansa sobre los problemas, las necesidades y las soluciones, y el modelo proactivo, un modelo creativo, imaginativo, innovador y constructivo que se centra en la máxima todos ganamos y que descansa sobre las visiones, las metas y las tareas (la acción).

    Jean Monnet se adecua en perfecta esencia al liderazgo anteriormente descrito, como veremos a continuación.

    EL LIDERAZGO DE JEAN MONNET

    Opino que mejor que analizar punto por punto las características del liderazgo encontradas en la lectura de las Memorias, desgranando frase a frase y ejemplo a ejemplo cada una de ellas, es mejor hablar de todas en conjunto, para (re)crear una visión global de la acción de Jean Monnet y de cómo su liderazgo fue, no sólo determinante, sino esencial, en el proceso de construcción europeo. Sin duda alguna, sin Monnet las cosas no hubiesen sido necesariamente diferentes, sino también probablemente muy distintas, y con esto quiero decir que, sin él, no sólo el proceso hubiese sido completamente distinto, sino que probablemente no hubiese habido un proceso como tal. Pero como dice el mismo Monnet, pensar sobre cosas que no han sido no es ni útil ni productivo: “jamás en mi vida me he interrogado por las consecuencias que hubiera podido tener una situación no producida. Es el ejercicio más estéril del mundo[4].

    Empezando pues con este enfoque, considero que lo primero que hay que resaltar de Monnet son sus cualidades fundamentales, que son al tiempo características esenciales del liderazgo; Monnet es un hombre de acción, profundamente realista y pragmático. Es esencial en todo su proceso vital cómo enfoca la realidad en base a su particular visión de las cosas: “no conozco más regla que la de estar convencido y convencer[5].

    A este respecto su acción es siempre clara: Monnet tiene su particular visión tanto de la realidad como de los problemas que la amenazan, y frente a esto, actúa: “el mayor riesgo es no hacer nada, no cambiar nada[6]. Para su acción, Monnet usa dos poderosas armas: la confianza y algo bastante socrático, convencer en base a la exposición sincera y sencilla de sus ideas, de su visión, y de sus proyectos. Es un hombre creativo que no se deja amedrentar frente a la complejidad o importancia de la situación, y que siempre actúa. Cuando las cosas no pintaban bien y los periodistas le preguntaron qué había que hacer, el contestó de forma directa, clara y sencilla: “continuar, continuar, continuar[7].

    Monnet es un hombre con las ideas claras, y una amplia visión de conjunto. Debido a su pragmatismo, demuestra en varias ocasiones no tener prisa por desarrollar acontecimientos. Es un hombre sencillo y práctico, que no duda de la necesidad de “aguardar a que la sensatez volviera a las conciencias[8] ante la adversidad de la situación o la imposibilidad de seguir avanzando, o hacerlo de forma precipitada.

    Al mismo tiempo, Monnet sabe rodearse de un buen equipo de gentes capaces que le ayuden en su proyecto. Es consciente de sus propias limitaciones en diferentes campos, y no duda en valerse de aquellos que le superan y le pueden ayudar, tanto políticos, a los que siempre estará aconsejando y conduciendo, como de personas más capaces que él en campos que desconoce. Tanto para la creación de la CECA, como para los posteriores proyectos del EUROATOM o la CEE, sin olvidarnos del Comité de acción para los Estados Unidos de Europa, Monnet se rodea de aquellos que le son necesarios para su proyecto, y que comparten su visión y su proyecto, mientras que usa, en el sentido menos peyorativo de la palabra, a los grandes hombres de Estados, a los Jefes de Estado y de Gobierno, para llevar a cabo sus proyectos.

    Esto sin duda puede hacerlo en base a su legitimidad, y a la gran credibilidad que años de experiencia y de confianza y sinceridad le han ido dando. Monnet siempre usó el mismo lenguaje con todos aquellos con los que trató, y nunca fue partidario de los secretos; a todos informaba de lo que hablaba con unos y otros, y con todos usaba las mismas palabras.

    A este respecto, son ilustrativas las palabras del propio Monnet: “Debí situarme, por el contrario, en el cruce de los intereses nacionales, en un lugar que nadie suele preocuparse de ocupar. Se me unieron allí, de buen grado, una serie de hombres imaginativos, que habían elegido la forma política de la acción porque creían que los progresos de la sociedad moderna pasaban necesariamente por el cambio[9]. Monnet es un conciliador tanto de ideas como de personas: “a mis colaboradores les pedía más fidelidad que obediencia[10].

    Con la credibilidad de su lado, Monnet puede centrarse en su labor pedagógica, la gran tarea de cambiar las mentalidades, centrándose en dialogar y convencer, siempre con el uso de la razón, la sencillez y la lógica (en resumen, el sentido común) a aquellos personajes clave para llevar a cabo su proyecto, su visión política. Es un hombre imaginativo y constructivo, capaz de ver las cosas positivas incluso de las situaciones más adversas, sacando bueno de lo malo, característica que se repite innumerables veces frente a las condiciones impuestas por la realidad, y de la que él mismo habla; “en cualquier parte del mundo, lo que dividía a los hombres podía llegar a serles común[11]. Es un hombre capaz de dar la vuelta a una situación adversa para sacar de ella algo en positivo. Su dinamismo es asombroso, sin duda alguna, así como su sacrificio personal, su desinterés real por detentar el poder y el realismo y la determinación con la que enfrenta la realidad para llevar a cabo, siempre desde la posición que considera más efectiva, su proyecto. Y normalmente esa posición, aunque relacionada estrechamente con las altas figuras y personalidad del poder, no está inmersa ni imbuida del poder mismo. Monnet, como los proyectos que constituyó en instituciones, ostenta una gran independencia frente a los poderes.

    Consecuentemente hace una gala de una gran valentía, tanto frente a los grandes hombres de los Estados (que no necesariamente grandes hombres de Estado), como con ellos, y tanto frente a las circunstancias, como de la mano de las mismas. Su visión siempre prevalece frente a todo lo demás, y aunque es generoso, cediendo si es absolutamente necesario, su proyecto, la Europa unida, es inamovible, así como la idea de que lo común es lo que debe prevalecer frente a las necesidades y visiones partidarias de los Estados o las personas que los representan.

    Es también consciente de la necesidad de acciones y cambios profundos y radicales (en esencia, revolucionarios) en pro tanto de su proyecto como de Europa: “hay que cambiar el curso de los acontecimientos. Para ello, hay que cambiar la mentalidad de los hombres. No bastan las palabras. Sólo una acción inmediata, en un punto esencial, podrá cambiar el actual estado de las cosas. Hace falta una acción profunda, real, inmediata y dramática, que cambie las cosas y haga entrar en la realidad las esperanzas en las que los pueblos están a punto de dejar de creer[12]. Monnet es una persona de enfoques concretos que busca la acción directa.

    Unos últimos apuntes sobre estas cualidades personales que se convierten en características del liderazgo señalan a Monnet como una persona humilde y sencilla.

    Por último me gustaría terminar señalando el momento en el que, según mi opinión, Monnet pasa del modelo reactivo de liderazgo al modelo proactivo. No sabría decir cuándo se produce exactamente el cambio, si bien es cierto que es antes de la firma del Tratado de la CECA, y antes de que el contexto internacional (la Guerra Fría) influya por necesidad, pero el hecho es que se produce un cambio en la dialéctica de Monnet cuando habla respecto a la unidad de Europa: cuando se mueve en el modelo reactivo habla de la necesidad de unir Europa para evitar una futura nueva guerra (términos de ganar o perder), de la necesidad de los europeos de unirse y prevalecer o seguir divididos y sucumbir frente a las amenazas externas. Al cambiar al modelo proactivo, Monnet habla de la necesidad de unir Europa por el bien de todos, el bien común tanto de los Estados, como, sobre todo, de los ciudadanos que los componen, en términos claros: lo común, en lo que todos ganan.

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    [1] El eurogesto necesario, Santiago Petschen, Claves de la Razón Práctica, nº 67, Noviembre 2006
    [2] Liderazgo Cívico-Militar en la sociedad del conocimiento: retos y perspectivas más allá de la posmodernidad, César Díaz-Carrera, Revista RecreArte nº8.
    [3] Supongo que habrá más modelos, pero éstos dos han sido los vistos en clase, y los más adecuados y relevantes para tratar el tema que se desarrolla en cuestión.
    [4] Jean Monnet, Memorias, página 294.
    [5] Jean Monnet, Memorias, página 399.
    [6] Jean Monnet, Memorias, página 355.
    [7] Jean Monnet, Memorias, página 505.
    [8] Jean Monnet, Memorias, página 470.
    [9] Jean Monnet, Memorias, página 438.
    [10] Jean Monnet, Memorias, página 355.
    [11] Jean Monnet, Memorias, página 502.
    [12] Jean Monnet, Memorias, página 286.

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  • 3 comentarios:

    Xerkes dijo...

    Pelota
    xDDDDDDDDDDD

    Heferstion dijo...

    No es culpa de nadie que la definición de liderazgo que se dé sea la del profesor... ¿acaso no te ha pasado nunca algo parecido, nene?

    Xerkes dijo...

    nene??? xDDDDDDDDDD
    uiiii uiii uiii se ve k madrid te esta influenciando :p