LOS USOS DE LA DIVERSIDAD
I & II
Lévi-Strauss, dice Geertz, defiende que un etnocentrismo controlado no es negativo, ni pernicioso, puesto que es natural preferir unos modos de vida (el Occidental, obviamente) a otros, y no es para nadarechazable. Lévi-Strauss dice que hay un mínimo común entre todas las culturas, una serie de valores innatos en toda sociedad. Las diferencias culturales tienen límites, tanto máximos como mínimos. Lévi-Strauss consiente en sacrificar la diversidad en pro de la fraternidad.
Geertz afirma que la pérdida de la indiferencia hacia otras culturas, que llevaba a la diferenciación, trae consigo también la pérdida de la diversidad. Tal y como yo lo entiendo, las culturas dejan de ser únicas para fundirse todas en un sustrato común donde las diferencias sean mínimas y todas sean, a fin de cuentas, parte de la idiosincrasia humana. Aunque bajo mi punto de vista esto no ha existido jamás si hablamos de las culturas en conjunto y no de entes individuales: es una entelequia.
III
Asimismo arremete contra lo que hoy en día (no en vano en texto es de 1985) llamamos globalización, sugiriendo que no todos van a aceptar el paso para diluirse dentro de un conjunto mundial heterogéneo en el cual existan los mínimos comunes a todas las sociedades y culturas.
Geertz arguye de lo anterior que la prisa por eliminar las diferencias, la diversidad, sólo llevará al fin de la disciplina, puesto que nada tiene que estudiar un antropólogo si no hay diversidad cultural.
IV
No obstante Geertz señalas que cualquier perspectiva epistemológica por la cual se enfoque la diversidad cultural, en antropología, descansa sobre el axioma: de haber nacido en otro lugar, habiendo recibido otra educación, hubiésemos sido otro completamente diferente. El matiz del autor se muestra cuando argumenta que este axioma magnifica a la vez que minusvalora la diversidad cultural. La magnifica porque permite pensar en otras opciones posibles a la de uno mismo, y la minusvalora porque dichas opciones se presentan en función del yo dado.
El etnocentrismo, dice Geertz, nos impide ver el punto de vista por el cual vemos el mundo. Las consecuencias que se derivan del etnocentrismo abarcan desde la pronta identificación de problemas en los otros, pero no en los nuestros, como en limitar la realidad (mi realidad) al lenguaje (mi lenguaje). Resumiendo de una forma menos académica, el etnocentrismo y la disolución en una de la diversidad cultural acorta las miras del antropólogo.
V
Geertz profetiza que la diversidad se difuminará y volverá más pálida, más ininteligible, y aunque no lo hace con este término, achaca este hecho en parte no a las miras académicas, sino a la diversidad cultural, a la heterogeneidad que se da en el mundo globalizado.
Con la fábula del indio alcohólico Geertz explica cómo la falta de empatía, la nula capacidad de alteridad, impide ver el mundo más allá de los esquemas propios. Aunque se estudie otra cultura, sin esta alteridad, sin la empatía necesaria, nunca se podrá llegar a entender.
VI
Los objetivos del etnógrafo son mundos, sociedades, distantes, y el comprender éstas y hacerlas comprensibles para los demás. Marcando la diferencia entre lo que antes eran las diferentes culturas a nosotros y lo que ahora son diferentes para nosotros (es decir, la diferencia ya no radica en un ellos frente a nosotros, sino en, sencillamente, diferentes puntos de vista) Geertz plantea una revisión epistemológica y ontológica: estudiar la diversidad, no homogeneizarla, ni tampoco vivir en un “mundo de soliloquios” basado en “las reglas de por aquí”, todo bajo un ángulo ajeno a la autocomplacencia o la condescendencia.
VII
Finaliza Geertz señalando que el mundo camina hacia un collage de culturas donde la diversidad no será de diferencias, sino de semejanzas; homogénea. Apunta que el futuro, en su opinión, no es un collage donde las culturas se entremezclen en una superación de diferencias y rencillas, sino un escenario donde los héroes serán ensalzados y los demonios satanizados, donde se escogerá qué culturas son parte de nosotros, aun siendo inherentemente ellos. En palabras de Geertz, no es necesario ni recomendable escoger entre “un cosmopolitismo sin contenido o un provincianismo sin lágrimas”. Para vivir en este futuro collage de culturas debemos, primero, identificarnos y comprehendernos a nosotros mismos, tras lo cual veremos claramente “aquello a lo que no podemos sumarnos”.
Para juzgar completamente, uno ha de aprender primero a ver completamente.
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I & II
Lévi-Strauss, dice Geertz, defiende que un etnocentrismo controlado no es negativo, ni pernicioso, puesto que es natural preferir unos modos de vida (el Occidental, obviamente) a otros, y no es para nadarechazable. Lévi-Strauss dice que hay un mínimo común entre todas las culturas, una serie de valores innatos en toda sociedad. Las diferencias culturales tienen límites, tanto máximos como mínimos. Lévi-Strauss consiente en sacrificar la diversidad en pro de la fraternidad.
Geertz afirma que la pérdida de la indiferencia hacia otras culturas, que llevaba a la diferenciación, trae consigo también la pérdida de la diversidad. Tal y como yo lo entiendo, las culturas dejan de ser únicas para fundirse todas en un sustrato común donde las diferencias sean mínimas y todas sean, a fin de cuentas, parte de la idiosincrasia humana. Aunque bajo mi punto de vista esto no ha existido jamás si hablamos de las culturas en conjunto y no de entes individuales: es una entelequia.
III
Asimismo arremete contra lo que hoy en día (no en vano en texto es de 1985) llamamos globalización, sugiriendo que no todos van a aceptar el paso para diluirse dentro de un conjunto mundial heterogéneo en el cual existan los mínimos comunes a todas las sociedades y culturas.
Geertz arguye de lo anterior que la prisa por eliminar las diferencias, la diversidad, sólo llevará al fin de la disciplina, puesto que nada tiene que estudiar un antropólogo si no hay diversidad cultural.
IV
No obstante Geertz señalas que cualquier perspectiva epistemológica por la cual se enfoque la diversidad cultural, en antropología, descansa sobre el axioma: de haber nacido en otro lugar, habiendo recibido otra educación, hubiésemos sido otro completamente diferente. El matiz del autor se muestra cuando argumenta que este axioma magnifica a la vez que minusvalora la diversidad cultural. La magnifica porque permite pensar en otras opciones posibles a la de uno mismo, y la minusvalora porque dichas opciones se presentan en función del yo dado.
El etnocentrismo, dice Geertz, nos impide ver el punto de vista por el cual vemos el mundo. Las consecuencias que se derivan del etnocentrismo abarcan desde la pronta identificación de problemas en los otros, pero no en los nuestros, como en limitar la realidad (mi realidad) al lenguaje (mi lenguaje). Resumiendo de una forma menos académica, el etnocentrismo y la disolución en una de la diversidad cultural acorta las miras del antropólogo.
V
Geertz profetiza que la diversidad se difuminará y volverá más pálida, más ininteligible, y aunque no lo hace con este término, achaca este hecho en parte no a las miras académicas, sino a la diversidad cultural, a la heterogeneidad que se da en el mundo globalizado.
Con la fábula del indio alcohólico Geertz explica cómo la falta de empatía, la nula capacidad de alteridad, impide ver el mundo más allá de los esquemas propios. Aunque se estudie otra cultura, sin esta alteridad, sin la empatía necesaria, nunca se podrá llegar a entender.
VI
Los objetivos del etnógrafo son mundos, sociedades, distantes, y el comprender éstas y hacerlas comprensibles para los demás. Marcando la diferencia entre lo que antes eran las diferentes culturas a nosotros y lo que ahora son diferentes para nosotros (es decir, la diferencia ya no radica en un ellos frente a nosotros, sino en, sencillamente, diferentes puntos de vista) Geertz plantea una revisión epistemológica y ontológica: estudiar la diversidad, no homogeneizarla, ni tampoco vivir en un “mundo de soliloquios” basado en “las reglas de por aquí”, todo bajo un ángulo ajeno a la autocomplacencia o la condescendencia.
VII
Finaliza Geertz señalando que el mundo camina hacia un collage de culturas donde la diversidad no será de diferencias, sino de semejanzas; homogénea. Apunta que el futuro, en su opinión, no es un collage donde las culturas se entremezclen en una superación de diferencias y rencillas, sino un escenario donde los héroes serán ensalzados y los demonios satanizados, donde se escogerá qué culturas son parte de nosotros, aun siendo inherentemente ellos. En palabras de Geertz, no es necesario ni recomendable escoger entre “un cosmopolitismo sin contenido o un provincianismo sin lágrimas”. Para vivir en este futuro collage de culturas debemos, primero, identificarnos y comprehendernos a nosotros mismos, tras lo cual veremos claramente “aquello a lo que no podemos sumarnos”.
Para juzgar completamente, uno ha de aprender primero a ver completamente.
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