Aquí dejo un breve resumen de la obra de Robert Dahl, politólogo y profesor de la Universidad de Yale, La poliarquía, publicada en 1972.
R. A. Dahl nos presenta en su libro “La Poliarquía” un extenso análisis de las condiciones que permiten la democratización de los regímenes políticos. Dejando conscientemente de lado otras variables, Dahl se centra en dos variables esenciales para encuadrar un régimen: el grado de participación política y el grado de libertad de debate público. Así, donde no existan tales variables nos encontramos ante una hegemonía cerrada, y donde existan ambas en alto grado nos mostrarán una poliarquía.
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R. A. Dahl nos presenta en su libro “La Poliarquía” un extenso análisis de las condiciones que permiten la democratización de los regímenes políticos. Dejando conscientemente de lado otras variables, Dahl se centra en dos variables esenciales para encuadrar un régimen: el grado de participación política y el grado de libertad de debate público. Así, donde no existan tales variables nos encontramos ante una hegemonía cerrada, y donde existan ambas en alto grado nos mostrarán una poliarquía. Dahl no usa el término democracia, sino el de poliarquía, con la esperanza de que estos regímenes abiertos y plurales ahonden más aún en sus grados de democratización. El paso de un régimen cerrado a uno más abierto lo realiza en función de coste/beneficio, dejando de lado un elemento fundamental, en mi opinión: el ideológico. Por mucho que la libertad y tolerancia de la pluralidad sea menos costoso para un régimen que el control y represión de los “díscolos”, el elemento ideológico determina hasta qué punto el coste puede ser o no, no importante, sino relevante.
Dahl justifica también la deseabilidad de la poliarquía con una serie de argumentos que, si bien podemos considerar o no fríos y/o adecuados, no es menos notable el hecho de justificar, alejándose del fundamentalismo democrático (poliárquico con sus términos), los regímenes abiertos y plurales.
El autor establece siete series de condiciones que favorecen la aparición y consolidación de una poliarquía: secuencias históricas, grado de concentración en el nivel socioeconómico, nivel de desarrollo socioeconómico, desigualdades, segmentación subcultural, control extranjero y creencias de los activistas políticos.
En cuanto a las secuencias históricas, el análisis de Dahl falla en el rigor histórico. Si bien grosso modo las líneas generales que establece pueden ser correctas, siendo los procesos evolutivos basados en la consolidación social y aumento paulatino primero de la libertad de expresión y luego de libertad de participación más estables y duraderos, frente a otras opciones, los ejemplos que aporta están descontextualizados, faltando todo el análisis histórico. Las condiciones, por ejemplo, de aparición y fracaso de la I República francesa y la II República española, son tan diferentes y dispares que el hecho de ser procesos revolucionarios de la hegemonía a la poliarquía fallidos no es condición suficiente para aunarlas sin más análisis en la misma categoría. Por otro lado, Dahl nos dice que los procesos revolucionarios en Estados dependientes aúnan al cambio de régimen el nacionalismo. En esta categoría se encuentra EEUU, y no Francia en la Revolución. Las características mismas de la Revolución francesa, y la importancia del nacionalismo en la misma (me remito sencillamente a la teoría modernista de la nación) nos indican que estos dos procesos están más unidos que separados, adoleciendo los ejemplos prácticos de Dahl de un riguroso análisis histórico que limita su exposición, por muy verdadera, correcta y/o atractiva que resulte su teoría.
Respecto al orden socioeconómico, Dahl hace especial énfasis en la necesidad de una economía abierta y descentralizada para la existencia de libertad de expresión y debate público, uno de los pilares de la poliarquía. También hace referencia a los dos tipos de sociedad agraria, la tradicional y la libre, siendo la segunda la más propensa a la adopción de la poliarquía, pues tanto tierras como derecho al producto de éstas, y casi en consonancia el ejercicio de la violencia (en manos de todos y no monopolizado por el Estado), preparan mejor el camino hacia un régimen participativo y abierto. También establece que el nivel de desarrollo socioeconómico determina las posibilidades de éxito de una poliarquía, siendo directamente proporcionales. Ahora bien, el mismo Dahl puntualiza sobre umbrales máximos o mínimos en los cuales las diferencias no general cambios sustanciales, la existencia de “casos divergentes”, más comunes de lo que él aprecia, la inviabilidad de establecer una relación causal lineal entre desarrollo y poliarquía, o viceversa, o la paradoja de la aparición inicial de la poliarquía en sociedades preindustriales y la aparente complejidad de ésta en las actuales sociedades con un bajo nivel de desarrollo industrial. Cuestiones como la alfabetización, educación e información, un orden social pluralista y la evitación de desigualdades extremas sociales son esenciales y determinantes, según Dahl, opinión que comparto ampliamente.
Dahl aborda el asunto de la desigualdad real y tremenda que existe en las sociedades industriales modernas con regímenes poliárquicos. Soluciona la paradoja de la existencia de fuertes desigualdades con la estabilidad de la poliarquía alegando que, generalmente, no es la desigualdad el motivo de desavenencias o reclamaciones, pero aún cuando lo sean, el mismo sistema poliárquico podrá atender aquellas reclamaciones que considere necesarias (nunca todas) para mitigar el sentimiento de inferioridad de aquellos que protestan en contra de la desigualdad. Se podría decir que esto es como poner tiritas a un corte serio, pero el devenir de los acontecimientos desde que Dahl escribió el libro hasta hoy día, con mayores y más profundas desigualdades dentro de las sociedades poliárquicas le otorgan una inquietante certeza en su argumentación.
La inclusión de las subculturas, identificadas éstas en base a la religión, la lengua, el grupo étnico, etcétera, como elementos potencialmente desestabilizadores de la poliarquía dada o futura es, desde mi punto de vista, un acertado y temprano acierto de Dahl. Aunque pareciera que Dahl minimiza la clase, es decir, las desigualdades socioeconómicas, como elemento desestabilizador y potencialmente conflictivo, ciertamente un estudio limitado parcial o totalmente por la variable clase deja de lado otras variables que generan lealtades mucho más fuertes y que afectan directamente a una poliarquía existente o a las posibilidades de éxito de una futura. Dahl también señala una serie de factores endógenos del sistema poliárquico, el sistema de partidos y el ratio de poder del Ejecutivo, muy influyentes también en las opciones de estabilidad de la poliarquía existente.
Las personas influyentes, los grandes activistas políticos, son otro elemento, al que Dahl otorga gran importancia, en el camino hacia la poliarquía. Las grandes mentes que influyen en las masas y mueven pasiones en pro de ideales deseables, o no. Es un capítulo muy extenso el que dedica a los activistas políticos, como cabezas visibles de una sociedad. No ahonda mucho en la perversión de estos activistas, traducida en caudillos, aunque sí habla de la necesidad de una sociedad preparada para la consecución de cambio alguno. Es innegable que de cuando en cuando aparecen líderes que conducen el cambio, en base a una ideología y a través de unos actos. Pero evidentemente si una sociedad no quiere o puede, sean cuales sean las razones, aceptar un cambio hacia una poliarquía dicho cambio no sucederá, o será un cambio fracasado desde el origen. Personalmente opino que es más relevante esta preparación de la sociedad que los individuos que la encabezan, ya que, aunque la confluencia de ambos sea necesaria, por mucho que exista un gran estadista si no tiene detrás una sociedad preparada poco podrá hacer, mientras que una sociedad puede generar líderes, de menor capacidad, que conduzcan el cambio que desean. La partición de India en un Estado musulmán y otro hindú muestra cómo, a pesar de Ghandi, la sociedad(es) pudo más.
El último elemento se refiere al control extranjero. Aunque Dahl expone la injerencia económica (más que relevante en 2008) hace más hincapié en el poder militar. También relativiza la importancia de la influencia extranjera en un Estado y el nivel o capacidad de poliarquía de éste. Un territorio podrá ser el más poliárquico del mundo, pero sin soberanía no será nunca un Estado. Actualmente, la influencia de la globalización y la interdependencia económica extrema cuestiona las bases mismas del Estado. Es cierto que no se tocan las libertades, tanto de participación como de expresión, pero una crisis económica puede alterar las bases socioeconómicas y los niveles de igualdad, dos factores clave en la teoría de Dahl que éste no contempla y que hoy en día no podemos pasar por alto.
Así pues, Dahl, en 1971 (deduzco por el copyright) hizo un interesante análisis de las condiciones necesarias para un cambio de un régimen autoritario a uno plural y democrático. No obstante, aunque las variables que señala puedan ser correctas, necesitan ser actualizadas, y profundizadas, especialmente en el aspecto histórico, económico y sociológico, desde mi punto de vista. Aún así, Dahl señala unas líneas base de trabajo interesantes sobre las cuales trabajar en parte para entender y explicar cuáles son las condiciones que favorecen una transición a la democracia.
PD: nunca me gustó mucho R. A. Dahl…
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R. A. Dahl nos presenta en su libro “La Poliarquía” un extenso análisis de las condiciones que permiten la democratización de los regímenes políticos. Dejando conscientemente de lado otras variables, Dahl se centra en dos variables esenciales para encuadrar un régimen: el grado de participación política y el grado de libertad de debate público. Así, donde no existan tales variables nos encontramos ante una hegemonía cerrada, y donde existan ambas en alto grado nos mostrarán una poliarquía.
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R. A. Dahl nos presenta en su libro “La Poliarquía” un extenso análisis de las condiciones que permiten la democratización de los regímenes políticos. Dejando conscientemente de lado otras variables, Dahl se centra en dos variables esenciales para encuadrar un régimen: el grado de participación política y el grado de libertad de debate público. Así, donde no existan tales variables nos encontramos ante una hegemonía cerrada, y donde existan ambas en alto grado nos mostrarán una poliarquía. Dahl no usa el término democracia, sino el de poliarquía, con la esperanza de que estos regímenes abiertos y plurales ahonden más aún en sus grados de democratización. El paso de un régimen cerrado a uno más abierto lo realiza en función de coste/beneficio, dejando de lado un elemento fundamental, en mi opinión: el ideológico. Por mucho que la libertad y tolerancia de la pluralidad sea menos costoso para un régimen que el control y represión de los “díscolos”, el elemento ideológico determina hasta qué punto el coste puede ser o no, no importante, sino relevante.
Dahl justifica también la deseabilidad de la poliarquía con una serie de argumentos que, si bien podemos considerar o no fríos y/o adecuados, no es menos notable el hecho de justificar, alejándose del fundamentalismo democrático (poliárquico con sus términos), los regímenes abiertos y plurales.
El autor establece siete series de condiciones que favorecen la aparición y consolidación de una poliarquía: secuencias históricas, grado de concentración en el nivel socioeconómico, nivel de desarrollo socioeconómico, desigualdades, segmentación subcultural, control extranjero y creencias de los activistas políticos.
En cuanto a las secuencias históricas, el análisis de Dahl falla en el rigor histórico. Si bien grosso modo las líneas generales que establece pueden ser correctas, siendo los procesos evolutivos basados en la consolidación social y aumento paulatino primero de la libertad de expresión y luego de libertad de participación más estables y duraderos, frente a otras opciones, los ejemplos que aporta están descontextualizados, faltando todo el análisis histórico. Las condiciones, por ejemplo, de aparición y fracaso de la I República francesa y la II República española, son tan diferentes y dispares que el hecho de ser procesos revolucionarios de la hegemonía a la poliarquía fallidos no es condición suficiente para aunarlas sin más análisis en la misma categoría. Por otro lado, Dahl nos dice que los procesos revolucionarios en Estados dependientes aúnan al cambio de régimen el nacionalismo. En esta categoría se encuentra EEUU, y no Francia en la Revolución. Las características mismas de la Revolución francesa, y la importancia del nacionalismo en la misma (me remito sencillamente a la teoría modernista de la nación) nos indican que estos dos procesos están más unidos que separados, adoleciendo los ejemplos prácticos de Dahl de un riguroso análisis histórico que limita su exposición, por muy verdadera, correcta y/o atractiva que resulte su teoría.
Respecto al orden socioeconómico, Dahl hace especial énfasis en la necesidad de una economía abierta y descentralizada para la existencia de libertad de expresión y debate público, uno de los pilares de la poliarquía. También hace referencia a los dos tipos de sociedad agraria, la tradicional y la libre, siendo la segunda la más propensa a la adopción de la poliarquía, pues tanto tierras como derecho al producto de éstas, y casi en consonancia el ejercicio de la violencia (en manos de todos y no monopolizado por el Estado), preparan mejor el camino hacia un régimen participativo y abierto. También establece que el nivel de desarrollo socioeconómico determina las posibilidades de éxito de una poliarquía, siendo directamente proporcionales. Ahora bien, el mismo Dahl puntualiza sobre umbrales máximos o mínimos en los cuales las diferencias no general cambios sustanciales, la existencia de “casos divergentes”, más comunes de lo que él aprecia, la inviabilidad de establecer una relación causal lineal entre desarrollo y poliarquía, o viceversa, o la paradoja de la aparición inicial de la poliarquía en sociedades preindustriales y la aparente complejidad de ésta en las actuales sociedades con un bajo nivel de desarrollo industrial. Cuestiones como la alfabetización, educación e información, un orden social pluralista y la evitación de desigualdades extremas sociales son esenciales y determinantes, según Dahl, opinión que comparto ampliamente.
Dahl aborda el asunto de la desigualdad real y tremenda que existe en las sociedades industriales modernas con regímenes poliárquicos. Soluciona la paradoja de la existencia de fuertes desigualdades con la estabilidad de la poliarquía alegando que, generalmente, no es la desigualdad el motivo de desavenencias o reclamaciones, pero aún cuando lo sean, el mismo sistema poliárquico podrá atender aquellas reclamaciones que considere necesarias (nunca todas) para mitigar el sentimiento de inferioridad de aquellos que protestan en contra de la desigualdad. Se podría decir que esto es como poner tiritas a un corte serio, pero el devenir de los acontecimientos desde que Dahl escribió el libro hasta hoy día, con mayores y más profundas desigualdades dentro de las sociedades poliárquicas le otorgan una inquietante certeza en su argumentación.
La inclusión de las subculturas, identificadas éstas en base a la religión, la lengua, el grupo étnico, etcétera, como elementos potencialmente desestabilizadores de la poliarquía dada o futura es, desde mi punto de vista, un acertado y temprano acierto de Dahl. Aunque pareciera que Dahl minimiza la clase, es decir, las desigualdades socioeconómicas, como elemento desestabilizador y potencialmente conflictivo, ciertamente un estudio limitado parcial o totalmente por la variable clase deja de lado otras variables que generan lealtades mucho más fuertes y que afectan directamente a una poliarquía existente o a las posibilidades de éxito de una futura. Dahl también señala una serie de factores endógenos del sistema poliárquico, el sistema de partidos y el ratio de poder del Ejecutivo, muy influyentes también en las opciones de estabilidad de la poliarquía existente.
Las personas influyentes, los grandes activistas políticos, son otro elemento, al que Dahl otorga gran importancia, en el camino hacia la poliarquía. Las grandes mentes que influyen en las masas y mueven pasiones en pro de ideales deseables, o no. Es un capítulo muy extenso el que dedica a los activistas políticos, como cabezas visibles de una sociedad. No ahonda mucho en la perversión de estos activistas, traducida en caudillos, aunque sí habla de la necesidad de una sociedad preparada para la consecución de cambio alguno. Es innegable que de cuando en cuando aparecen líderes que conducen el cambio, en base a una ideología y a través de unos actos. Pero evidentemente si una sociedad no quiere o puede, sean cuales sean las razones, aceptar un cambio hacia una poliarquía dicho cambio no sucederá, o será un cambio fracasado desde el origen. Personalmente opino que es más relevante esta preparación de la sociedad que los individuos que la encabezan, ya que, aunque la confluencia de ambos sea necesaria, por mucho que exista un gran estadista si no tiene detrás una sociedad preparada poco podrá hacer, mientras que una sociedad puede generar líderes, de menor capacidad, que conduzcan el cambio que desean. La partición de India en un Estado musulmán y otro hindú muestra cómo, a pesar de Ghandi, la sociedad(es) pudo más.
El último elemento se refiere al control extranjero. Aunque Dahl expone la injerencia económica (más que relevante en 2008) hace más hincapié en el poder militar. También relativiza la importancia de la influencia extranjera en un Estado y el nivel o capacidad de poliarquía de éste. Un territorio podrá ser el más poliárquico del mundo, pero sin soberanía no será nunca un Estado. Actualmente, la influencia de la globalización y la interdependencia económica extrema cuestiona las bases mismas del Estado. Es cierto que no se tocan las libertades, tanto de participación como de expresión, pero una crisis económica puede alterar las bases socioeconómicas y los niveles de igualdad, dos factores clave en la teoría de Dahl que éste no contempla y que hoy en día no podemos pasar por alto.
Así pues, Dahl, en 1971 (deduzco por el copyright) hizo un interesante análisis de las condiciones necesarias para un cambio de un régimen autoritario a uno plural y democrático. No obstante, aunque las variables que señala puedan ser correctas, necesitan ser actualizadas, y profundizadas, especialmente en el aspecto histórico, económico y sociológico, desde mi punto de vista. Aún así, Dahl señala unas líneas base de trabajo interesantes sobre las cuales trabajar en parte para entender y explicar cuáles son las condiciones que favorecen una transición a la democracia.
PD: nunca me gustó mucho R. A. Dahl…
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5 comentarios:
Amén, hermano :P
Breve, con v :)
Bueno, ésta es una de las entradas del blog que más visitas recibe.
Un saludo a todos aquellos que entran y usan este material, especialmente a los amigos y amigas de Latinoamérica.
Siendo las 3:34 am. y a punto de quedarme ciega de tantas horas frente al ordenador, me alegro de toparme con este gran e increible breve texto de Dahl... Molto Grachie =)justo lo que necesitaba...
Saludos.
-a partir de ahora: argentina en España lectora de su blog =)-
Celebro que te haya sido útil. Un saludo.
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