Iba a subir una pequeña muestra del otoño aquí en Bergen... estaba casi listo ya el post, pero las primeras neives y una bajada considerable de temperaturas me obliga a cambiar de planes...
Now in English...? Well, autumn photos turned into winter photos, suddenly... It’s not my fault...
Anyway… the photos of today...
View from 17C floor window.
Vista desde la ventana de la planta 17C.
Ulriken.
Lovstaken.
Y aquí dos fotos de la iglesia de Tveitevatnet... que no sé si se llama así o no, pero qué carajo importará...
Tveitevatnet church...
Como siempre, más en Picasa.
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Precioso :_)
Taken in Paris in June 30, 2008 by y.caradec
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Viene cargadita la edición de hoy de El País de interesantes artículos de análisis económiso sobre lo que está pasado...
Éste artículo pertence al profesor Joaquín Estefanía. No tiene desperdicio.
El mundo después del 'crash'
La crisis financiera ha acabado con los dogmas dominantes de los últimos 25 años
JOAQUÍN ESTEFANÍA 26/10/2008
Hay en economía un concepto más enérgico que el de recesión para explicar lo que está sucediendo: depresión. La depresión es más grave y duradera que la recesión, y se manifiesta en el frenazo en seco de la actividad, la debilidad de la demanda, la contracción del comercio internacional, el incremento del paro, la caída del poder adquisitivo, etcétera, todos ellos procesos muy dolorosos y contrarios al progreso. Pues bien, el profesor de Economía de la Universidad de Nueva York Nouriel Roubini, el gurú que se ha hecho famoso por haber anticipado la crisis financiera que se inició con el estallido de las hipotecas tóxicas, ya ha utilizado el concepto de depresión como síntoma de lo que ocurre en la economía a escala planetaria. Hace unos días escribía Roubini: "No podemos descartar un fracaso sistémico y una depresión global. (...) Se corre el riesgo de un desplome del mercado, una debacle financiera y una depresión mundial". El economista plantea que más que una coyuntura en forma de V (caída y pronta recuperación) estamos en otra en forma de U (caída en la que la economía se mantiene un tiempo, para luego ascender), o quizá en forma de L (caída y letargo a largo plazo).
Un arranque ciertamente tenebroso sobre la coyuntura quizá pueda compensar el optimismo del titular de este que parece llevar implícito -y no es así, como se ha visto la semana pasada- la superación del desplome bursátil que, en otras ocasiones históricas, ha sido la antesala de una recesión o de una depresión. Crash y depresión se retroalimentan. Hay muchas similitudes -y bastantes diferencias- con la Gran Depresión de 1929. Es urgente desempolvar los viejos manuales de entonces y establecer las comparaciones. "Pensar el presente desde un punto de vista histórico" (Walter Benjamin).
En diciembre de 2006 caía el Ownit Mortgate Solutions, un pequeño banco hipotecario de California especializado en productos de alto riesgo. Es el antecedente más cercano del estallido de la burbuja inmobiliaria y de las hipotecas subprime, que devendría en la norma a partir de julio de 2007. Desde entonces hay muchas víctimas sin enterrar. Entre ellas, la economía real en forma de estrangulamiento del crédito (que es su sistema sanguíneo), desaparición de los bancos de inversión y nacionalización de otras entidades que formaban parte de la aristocracia financiera internacional, desprestigio de los organismos reguladores nacionales y de las agencias de calificación de riesgos, profundísima descapitalización bursátil de muchas empresas financieras y no financieras, parón de la actividad económica y de la inversión, contracción de la demanda, suspensiones de pagos, desempleo, etcétera. Y sobre todo, un escalofrío en muchos ciudadanos en forma de inseguridad: no sólo miedo al terrorismo y a otras formas de inquietud ciudadana, sino a la inseguridad económica y el temor al otro, al diferente, al que compite con el puesto de trabajo y carga de obligaciones al Estado de bienestar.
Otra víctima de la crisis es una forma de entender el mundo, un modo de pensar que se identifica ampliamente con la ideología neoliberal. La máxima acuñada por la revolución conservadora de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que ha durado un cuarto de siglo, de que el Estado es el problema y no la solución, ha saltado hecha trizas en cuanto se han acumulado las dificultades. La "destrucción creativa" de Schumpeter sólo se hizo realidad cuando las autoridades americanas dejaron hundirse al que era cuarto banco de negocios estadounidense, Lehman Brothers (y casi todos los analistas califican esta inacción como un grave error y el principio del pánico); las demás instituciones financieras con problemas han sobrevivido con una u otra fórmula de intervención pública, con paquetes de rescates a babor o a estribor, en forma de avales públicos, compras de activos o directamente de acciones. Lo explica resignado un economista español: "Hemos generado mucho riesgo moral para evitar el riesgo sistémico". Ahora, la retórica del libre mercado se utiliza con más soltura, más selectivamente: se asume cuando sirve a intereses especiales y se descarta cuando no es así. Sin complejos, el presidente de la patronal española llegó a exigir "un paréntesis" a la economía de mercado.
Hace escasamente año y medio, todavía la economía mundial continuaba en la senda de crecimiento más larga y profunda de la historia contemporánea. La teoría de los ciclos económicos parecía extinguida y el planeta se instalaba en el denominado ciclo Kondratief, una onda larga de prosperidad debida -se decía- a la confluencia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) con la flexibilidad empresarial y la innovación financiera. Los mantras más citados eran los de la desregulación y la autorregulación. Hasta tal punto que cuando se encienden las primeras luces rojas de las dificultades hay una generación de jóvenes ejecutivos, los que mandan en muchas empresas y en bastantes Gobiernos, que no tienen puntos de referencia para saber lo que es una crisis y qué tratamiento preventivo darle.
Es muy interesante seguir las mutaciones que ha sufrido la naturaleza de esta crisis en apenas 18 meses: primero se identificó con el estallido de la burbuja inmobiliaria y el abuso en la concesión de hipotecas de alto riesgo; a ello se le añadió un tsunami protagonizado por las materias primas alimentarias y los elevadísimos precios de la energía, de modo que entonces se habló de "tormenta perfecta" y se hizo una equivalencia con los primeros años setenta del anterior siglo, al aparecer la estanflación (alta inflación y crecimiento cero). Cuando se hicieron sentir los primeros efectos de la sequía crediticia en forma de reducción del crecimiento económico bajaron los precios de las materias primas; como consecuencia de ello, la inflación dejó de estar en primer plano, pero a las víctimas de la coyuntura se añadieron los países emergentes, principales productores de materias primas, y de los que se había dicho que en esta ocasión estarían exentos del efecto contagio. Conforme pasaban las semanas y dejaba de funcionar el mercado interbancario debido a la desconfianza que las entidades se tenían entre sí (¿cuál de ellas tenía en su interior la metástasis de los productos estructurados y colaterales sin valor alguno en el mercado?), la crisis hipotecaria devino en crisis financiera y los Gobiernos salieron al rescate en el entendido de que la desconfianza de los ciudadanos en las entidades de crédito es la antesala de una catástrofe en la economía real. Hubo un momento en que en algunas plazas y sucursales bancarias los clientes, después de hacer colas para sacar sus ahorros, intentaban transmutar sus depósitos en lingotes de oro, en la creencia de que este metal precioso era la inversión más segura.
Sólo cuando los ciudadanos, airados, comenzaron a preguntarse en alto por qué habían de rescatar a quienes habían sido víctimas de su codicia, es cuando se sofisticó un poco el discurso: la mayor inyección de dinero público utilizada en la historia para salvar a los bancos en dificultades era tan sólo una etapa intermedia para salvar a la economía real. Lo que es bueno para Wall Street es también bueno para la calle. Proteger a Wall Street es proteger a Main Street. Así lo ve el grupo de banqueros con chistera y puro que aparecen en la tira satírica del New Yorker. Uno de ellos grita indignado: "¡Maldita sea, para nosotros Wall Street es Main Street".
Las ayudas oficiales a la banca ("Aportaremos todo lo que sea necesario", ha declarado Berlusconi, el más desvergonzado de los políticos actuales) han servido hasta ahora para detener el pánico de los clientes y para que emerja un hilillo de liquidez en los mercados, que se ha concretado en una pequeña baja de los tipos de interés (Euríbor y Líbor). Pero sigue sin saberse si tanto dinero aportado por el Estado se trasladará del sistema financiero al conjunto de las empresas con inmediatez, para que la situación tienda a normalizarse, y a qué precio. Esto era así hasta anteayer. Pero resuelta al menos en parte la dificultad financiera más urgente, los mercados bursátiles han reaccionado extraordinariamente a la baja cuando en el frontispicio ha aparecido el problema de fondo: el colapso de la economía real. La mayor parte de los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) -los 30 países más ricos del mundo- han entrado en recesión o están a punto de hacerlo (dos trimestres seguidos de reducción de sus productos brutos), y sin visos de salida. Además, el contagio afecta a muchos países emergentes, que han tenido que gastar las reservas de divisas en defensa de sus monedas, mientras aumenta su riesgo país y ven bajar los precios de sus exportaciones. Se ha llegado a la madre de todas las crisis. Cada uno de los pronósticos que han ido elaborando las organizaciones multilaterales (OCDE, Fondo Monetario Internacional, etcétera) se han tirado a la papelera en el mismo momento en que se hacían públicas. La velocidad de la metástasis es tal que todas las explicaciones de la coyuntura se han quedado antiguas en tiempo real. Aun hace dos fines de semana, en su asamblea semestral, el FMI preveía un ligero crecimiento en 2009 para el conjunto de las economías avanzadas y del orden del 6% en las emergentes. Sin embargo, el pasado miércoles, el Foro Económico Mundial sentenciaba: "La crisis financiera afecta ya a la economía real en un nivel alto y el riesgo de una profunda y prolongada recesión crece".
Con esta crisis multiforme y poliédrica ha desaparecido también una forma de hacer la política económica, que ha sido dominante en el último cuarto de siglo. Aquella que había formalizado el dogma de que los mercados son los que mejor saben qué hacer. Del mismo modo que hay ciclos en la coyuntura también hay ciclos ideológicos que conceden el énfasis a las distintas herramientas económicas. Y ha comenzado otro. En el año 1936, el que probablemente ha sido el economista más influyente del siglo XX (y lo vuelve a ser ahora), John Maynard Keynes, escribió en su obra magna Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero: "Las ideas justas o falsas de los filósofos de la economía y de la política tienen más importancia de lo que en general se piensa. A decir verdad, ellas dirigen casi exclusivamente el mundo. Los hombres de acción que se creen plenamente eximidos de las influencias doctrinales son normalmente esclavos de algún economista del pasado". Las ideas keynesianas, tan menospreciadas en el último cuarto de siglo, están siendo aplicadas ahora por quienes tratan de sacar a la economía de la camisa de fuerza de la revolución conservadora y de la desregulación permanente. No por casualidad, sino como un signo de los tiempos, la Academia Sueca ha concedido hace unos días el Nobel de Economía a quien es uno de los neokeynesianos más insignes: Paul Krugman.
El New Deal del presidente Franklin Delano Roosevelt, respuesta a la Gran Depresión de 1929, inauguró un ciclo progresista de intervención en la económía que duró casi medio siglo y que ha sido denominado la edad dorada del capitalismo: el mundo creció mucho y los países más avanzados construyeron su Estado de bienestar. El 31 de diciembre de 1933, 10 meses después del inicio del New Deal, Keynes escribe una carta abierta al presidente en The New York Times, en la que le aconseja actuaciones adicionales, entre las que sobresale "una atención predominante en el más alto grado al incremento de la capacidad de compra resultante de los gastos públicos, financiados mediante créditos".
A finales de los años setenta y principios de los ochenta se inició la revolución conservadora, que tuvo sus principales ideólogos en Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y su continuidad en los neocons que han gobernado en la Casa Blanca y en la Reserva Federal. Francis Fukuyama, el constructor del concepto del fin de la historia, ha matizado aquella forma de entender el mundo y recientemente ha hecho un balance de ese tiempo: la revolución conservadora perdió su rumbo porque se convirtió en una ideología irrebatible, y no en una respuesta pragmática a los excesos del Estado de bienestar. En ella había dos conceptos sacrosantos: que las reducciones de impuestos se autofinanciarían y que los mercados financieros podrían autorregularse. Pues bien, el balance es clarificador: Reagan y Bush dejan a EE UU con gigantescos déficit, la economía creció tanto con Clinton como con Reagan y con superávit público, y de las secuelas de la autorregulación del mercado financiero tenemos suficientes ejemplos catastróficos en los últimos meses.
La crisis traza una frontera, la del final (por ahora) de otra edad dorada: el crédito fácil, la liquidez extrema, los riesgos fuera del balance, los sueldos astronómicos de los grandes ejecutivos ligados a la creación de valor a corto plazo y no a la calidad de lo que se fabrica o con lo que se trabaja, los cambios legales para facilitar la especulación sin límites y las zonas de sombra (el capitalismo gris), una psicología mediante la cual los ahorradores se convirtieron en inversores y los inversores en activos apalancados, la autorregulación como pretexto para administrar sin límites, etcétera.
Cada ciclo ideológico en economía está provocado por una crisis. El New Deal llegó por la Gran Depresión; la revolución conservadora, como reacción a la estanflación; y el paradigma que parece instalarse a principios del siglo XXI, por la crisis iniciada con las hipotecas subprime llevada al paroxismo. Las matrices que lo componen son las de la intervención del Estado siempre que sea necesaria, la regulación financiera, quien contamina paga (en relación a los activos tóxicos) y la necesidad de dotar de gobernanza a la globalización realmente existente. Por ello se ha dado tanta significación a la construcción de un nuevo Bretton Woods, en analogía con la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas, celebrada en New Hampshire del 1 al 22 de julio de 1944, al final de la II Guerra Mundial, y que ha constituido hasta ahora el intento más ambicioso por configurar un nuevo orden económico internacional. Entonces participaron 44 países. Hoy se trata, como se declara con ampulosidad, de "refundar el capitalismo": cambiar todo para que nada cambie.
Se trata de evitar otra Gran Depresión e ir, por el contrario, a una Gran Transformación, como tituló su libro de referencia Karl Polanyi en 1943. En él demostraba, acudiendo a la historia y a los datos empíricos, que no existe nada parecido a una mano invisible que ordene a los mercados; éstos se regulan por la acción del Estado. Hay que actualizar la Gran Transformación a la era de la globalización en la que los Estados tan sólo son entes intermedios.
¿Qué ocurre con los trabajadores estadounidenses? ¿Qué ocurre con los trabajadores europeos?
Mientras que desde 2000 a 2007 las economías desarolladas experimentaron y disfrutaron de tasas de crecimiento muy elevadas, mientras que en gran parte de la Unión se implantaba el Euro, al tiempo que se dejaba su control al BCE, el poder adquisitivo de españoles, europeos y estadounidenses ha ido decreciendo.
Que las cosas con el €uro en España ahora valen más que con la peseta es vox populi, pero muchos neocons, y los prosélitos esclavizados por mugajas que los defienden, se empeñan en mostrar con datos macroeconómicos lo bien que van las cosas, y PIBs medios per capita, mientras que la realidad es diferente: la economía crece, es cierto, y los ingresos también. Pero siempre de los mismos.
El siguiente artículo está sacado de la edición dominical del diario El País, y pertenece al Premio Nobel de Economía Paul Krugman.
El que use Ohio para exponer su análisis y crítica me ha traído recuerdos.
Leer el artículo...Primer plano
Los verdaderos fontaneros de Ohio
PAUL KRUGMAN
NEGOCIOS - 26-10-2008
Hace 40 años, Richard Nixon hizo un notable descubrimiento de mercadotecnia. Explotando las divisiones de Estados Unidos -divisiones respecto a Vietnam, divisiones respecto al cambio cultural y, sobre todo, divisiones raciales-, pudo reinventar la marca republicana. El partido de los plutócratas cambió de envoltorio para convertirse en el partido de la "mayoría silenciosa", los tipos de a pie, blancos, ni que decir tiene, a los que no les gustaban los cambios sociales que estaban teniendo lugar.Se trataba de una fórmula ganadora. Y lo genial era que el nuevo embalaje no requería cambio alguno en los contenidos reales del producto. De hecho, el Partido Republicano pudo seguir ganando elecciones a pesar de que sus políticas reales se fueron volviendo cada vez más proplutocráticas y menos favorables que nunca para los trabajadores estadounidenses.
La estrategia de John McCain, en este tramo final, se basa en la creencia de que a la vieja fórmula le sigue quedando algo de vida.
Por eso, Sarah Palin expresa su placer al visitar las partes "proamericanas" del país (sí, aquí en el centro de Nueva Jersey todos somos traidores). Y mientras, McCain convierte a Samuel J. Wurzelbacher, alias Joe el Fontanero, que había plantado cara a Barack Obama en un mitin alegando que el candidato demócrata le subiría los impuestos, en elemento central de su ataque contra las propuestas económicas de Obama.
Y cuando resultó que el nuevo icono de la derecha tiene unos cuantos problemas, como trabajar sin licencia y comparar a Obama con Sammy Davis Jr., los conservadores se hicieron las víctimas: ¿veis cómo odian esos arrogantes elitistas al hombre corriente?
¿Pero qué les está ocurriendo realmente a los fontaneros de Ohio, y a los trabajadores estadounidenses en general?
Para empezar, no ganan mucho dinero. Es posible que los lectores recuerden que en uno de los primeros debates demócratas, Charles Gibson, de ABC, insinuó que 200.000 dólares (unos 155.000 euros) eran unos ingresos de clase media. Que se lo digan a los fontaneros de Ohio: según el informe de salarios ocupacionales de mayo de 2007 realizado por la Oficina de Estadísticas Laborales, la renta anual media de "fontaneros, reparadores de tuberías e instaladores de calefacción y aire acondicionado" en Ohio era de 47,930 dólares (unos 37.400 euros).
En segundo lugar, sus ingresos reales se han estancado o disminuido, incluso en años supuestamente buenos. El Gobierno de Bush nos aseguraba en 2007 que la economía iba viento en popa, pero la renta media de los fontaneros de Ohio de acuerdo con ese informe de 2007 era sólo un 15,5% superior a la del informe de 2000, lo cual no bastaba para compensar la subida del 17,7% experimentada por el índice de precios al consumo en el Medio Oeste. Y lo mismo que les pasaba a los fontaneros de Ohio, le pasaba al país: la renta media de las familias, ajustada a la inflación, era más baja en 2007 que en 2000.
En tercer lugar, los fontaneros de Ohio tienen problemas para conseguir un seguro sanitario, sobre todo si, como muchos autónomos, trabajan para empresas pequeñas. Según la Kaiser Family Foundation, en 2007 sólo el 45% de las empresas con menos de 10 trabajadores ofrecían prestaciones de salud, frente al 57% en 2000.
Y tengamos en cuenta que todos estos datos corresponden a 2007, que fue de lo mejorcito de estos últimos años. Ahora que "la expansión de Bush", con todo lo que era, se ha acabado, vemos que ha conseguido una triste distinción: por primera vez desde que hay registros, una expansión económica no ha conseguido aumentar la renta de la mayoría de los estadounidenses por encima de su máximo anterior.
Desde entonces, claro está, las cosas han ido rápidamente cuesta abajo, y millones de trabajadores estadounidenses han perdido su trabajo y su casa. Y todos los indicadores dan a entender que las cosas van a ir mucho peor en los meses y los años venideros.
¿Y qué nos dice todo esto respecto a los candidatos? ¿Quién representa realmente a los fontaneros de Ohio?
McCain afirma que las políticas de Obama llevarán al desastre económico. Pero las políticas del presidente Bush ya han conducido al desastre y, diga lo que diga, McCain propone continuar las políticas de Bush en todos los aspectos esenciales, ya que comparte la filosofía de Bush, contraria al Estado y a la reglamentación.
¿Y qué se puede decir de la afirmación, basada en la queja de Joe el Fontanero, de que los trabajadores corrientes estadounidenses soportarán más impuestos con Obama? Bien, Obama propone subir los tipos impositivos sólo a los dos segmentos de renta más altos, y el segundo segmento de renta más alto para un cabeza de familia empieza en una renta, después de efectuar las deducciones, de 182.400 dólares (unos 142.300 euros al año).
A lo mejor hay algún fontanero que gane eso, o que acabe sufriendo las moderadas subidas propuestas por Obama para los impuestos sobre dividendos y sobre incrementos de patrimonio; Estados Unidos es un país muy grande y probablemente haya por alguna parte un fontanero de renta muy elevada y con una enorme cartera bursátil. Pero con un Gobierno de Obama, el fontanero típico pagaría menos impuestos, no más, y tendría muchas más probabilidades de conseguir un seguro de salud.
No pretendo insinuar que con el plan fiscal de Obama a todo el mundo le vaya a ir mejor. Es casi seguro que a Joe el fontanero le iría mejor, pero Richie, el gestor de fondos de cobertura, recibiría un buen varapalo.
Pero ahí está el quid. Sea lo que sea hoy el Partido Republicano, no es el partido de los trabajadores estadounidenses.
Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton y Premio Nobel de Economía 2008. © 2008 New York Times Service. Traducción de News Clips.
En Julio de 2008 visité Ellis Island, una pequeña isla perteneciente a la ciudad de Nueva York, por la cual entraron a Estados Unidos una gran parte de los inmigrantes de los que el país se nutrió a lo largo de las décadas, desde 1892 a 1954.
El pequeño artículo que está linkado abajo está publicado en la revista La Cruzada del Saber, en su primer número, y también dejo algunas fotos, tomadas por mí, del edificio actual, el museo, y algunas cosas que me llamaron la atención, aunque recomiendo encarecidamente visitar la página de Christopher Barnes, ya que tomó unas fantásticas fotografías del estado actual del hospital.
Aquí quedan las fotografías, y más abajo, el artículo.
Leer el artículo sobre Ellis Island.
ELLIS ISLAND, LA PUERTA DORADA A AMÉRICA
LA MAYOR MIGRACIÓN DE LA HISTORIA HUMANA
La historia de la humanidad se caracteriza por las migraciones. Los seres humanos nos hemos movido a lo largo y ancho del planeta buscando mejorar nuestras condiciones de vida desde los orígenes de nuestra especie. Pero existe una historia, canalizada a través de una minúscula isla, que por número, deja atrás a todas las demás.
Desde su apertura el primero de Enero de 1892 hasta su clausura el 12 de Noviembre de 1954, el complejo de inmigración de Ellis Island, sito en un pequeño islote al sur de Manhattan, vio pasar en torno a 12 millones de inmigrantes (a una media de entre 3000 a 5000 por día), en su mayor parte procedentes de países europeos. La gran mayoría pasó, tras un breve periodo y una serie de exámenes médicos, a los Estados Unidos de América, aunque algunos vieron su estancia prolongada hasta meses. Otros, unos 250.000, fueron devueltos, y algunos fallecieron en el complejo hospitalario de la isla o en las aguas que la rodean.
Pero antes de adentrarnos en Ellis Island debemos retroceder un poco en esta gran epopeya humana, para entender lo que aquel pedazo insignificante de tierra supuso para tantos millones de seres humanos.
EL LARGO VIAJE
Desde mediados del siglo XIX, los Estados Unidos se habían ganado una reputación mundial de tierra de libertad y libertades, derechos y justicia. Los millones de inmigrantes europeos que decidieron emprender el viaje, dejando atrás no sólo su país, su cultura y costumbres, y su lengua, sino también a gran parte de sus conocidos y familiares (que muchos no volverían a ver jamás) soñaban con esa “tierra dorada” plena de oportunidades en la cual cualquiera, fuera cual fuese su origen o condición social, podía llegar a ser millonario. Una tierra donde el esfuerzo propio y el trabajo daban frutos. Una tierra de esperanza.
El viaje a América era toda una aventura. Para la gran mayoría de los inmigrantes, el recorrido desde sus lugares de origen hasta los puertos donde embarcarían, que realizaban en tren, en mulas, o incluso andando, era el más largo que habían realizado jamás. Golda Meir, judía de origen ucraniano, que llegaría a ser Primera Ministra de Israel, describió el viaje a EEUU como “ir a la Luna”. Y así era para casi todos ellos. Dejando atrás todo aquello y aquellos que conocían, se encaminaban hacia lo desconocido, motivados por la esperanza, el hambre, o las insostenibles situaciones políticas, sociales y económicas en sus países de origen. Para otros muchos, Ellis Island significó el comienzo de su aventura: Fiorello la Guardia, hijo de un inmigrante italiano y una inmigrante judía de Austria-Hungría, trabajó tres años como funcionario en la isla, y posteriormente llegó a ser uno de los alcaldes más populares de Nueva York.
Los motivos para emigrar eran tantos como los emigrantes, así como las trágicas historias vividas. Pero algunas fueron especialmente dramáticas: “mi padre puso las maletas en la vieja mula, Titi, y fuimos a la estación de tren. Estaba oscuro, era temprano en la mañana. Podía ver el amarillo de las lámparas de aceite. Las calles estaban muy vacías. El aire olía a heno… Mi padre no habló en todo el camino en el tren. No recuerdo cuándo me dijo, sé fuerte. Y ésa fue la última vez que vi a mi padre”, contaba un inmigrante italiano. Las historias recogidas como ésta se cuentan por centenares de miles.
En los puertos, antes de embarcar, comenzaba la primera criba. Las empresas navieras europeas acordaron con las autoridades estadounidenses el retorno de los no válidos, y por ello, éstas se aseguraban de que aquellos que iban a embarcar fuesen aptos para pasar los controles. Una primera línea de doctores a sueldo de las navieras decidía quiénes podían viajar y para quiénes se acababa el viaje. Una segunda de oficiales les sometían a un interrogatorio de 29 preguntas (¿Nombre, edad, nacionalidad, ocupación? ¿Sabes leer y escribir? ¿Has estado preso? ¿Tienes al menos 25 dólares contigo? ¿Cuál es tu estado menta y físico? ¿Estás casado? ¿Estás perseguido por el Gobierno?) Estas preguntas se recogían en un manifiesto, el cual, desconocido el hecho por la gran mayoría de los inmigrantes, iba a decidir su futuro.
Y entonces, los válidos, los afortunados, se embarcaban por varias semanas hasta América… Los menos y más afortunados viajaban en las relativamente cómodas primera y segunda clase. La mayor parte se hacinaba en tercera, donde las condiciones eran horrendas e insalubres.
LA LLEGADA A AMÉRICA
Después de semanas, los barcos repletos de inmigrantes llegaban a la bahía de Nueva York. La imponente figura de la Estatua de la Libertad, cercana a Ellis Island, y la silueta de Lower Manhattan les daban la bienvenida, pero las autoridades médicas y de inmigración les hacían esperar. Usualmente, los barcos debían esperar su turno antes descargar a los viajeros debido al exceso de inmigrantes en Ellis Island, y aquí muchos comprendían que Estados Unidos no era una tierra de completa igualdad; los pasajeros de primera y segunda clase eran desembarcados directamente en Nueva York, sin más controles, y entraban libres en América. Los viajeros de tercera, la gran mayoría, debían pasar antes por los controles médicos y de inmigración de Estados Unidos. El desconcierto, el miedo, la inseguridad y el desconocimiento reinaban entre los inmigrantes en esta etapa. Nueva York resultaba grandioso, metafórica y literalmente. La Estatua de la Libertad, los incipientes rascacielos… era algo que jamás habían visto antes.
Una vez que había espacio libre, los barcos se acercaban al puerto de Nueva York y desembarcaban a los inmigrantes por miles. Entonces, en grupos de 30, iniciaban el corto viaje hasta Ellis Island.
ISLA DE ESPERANZAS
Durante el pequeño trayecto desde el puerto de Nueva York hasta Ellis Island los inmigrantes recibían una suerte de órdenes que muchos de ellos no comprendían: les hablaban en inglés. Hombres uniformados les indicaban qué hacer, pero sólo unos pocos comprendían aquellas palabras, y el resto se limitaba a seguir la fila.
Un dato curioso recogido por los muchos relatos de los inmigrantes hace referencia a una pequeña comida, que consistía en un sándwich, que los inmigrantes recibían durante su tiempo de espera. Para una gran mayoría este nuevo formato alimenticio resultaba novedoso, y era identificado con las virtudes de Estados Unidos.
En Ellis Island, la gran mayoría siguió el siguiente trayecto: desembarcaban directamente en el Edificio Principal, y desde ahí los dirigían a la Sala de Registro. Sin saberlo, eran observados por los médicos, que buscaban signos de enfermedad, debilidad, o problemas mentales. Aquellos que mostrasen que no iban a ser capaces de valerse por sí mismos en su nueva vida habían perdido la batalla. Ni siquiera los niños escapaban de aquél escrutinio inicial. Si los doctores sospechaban que alguno de aquellos inmigrantes tenía algún defecto, los marcaban con un código, un símbolo estandarizado que indicaba su desorden particular: L (lameness) para los cojos, H (heart disease) para problemas cardiacos, E (eyes) para problemas visuales, Ft (feet) para aquellos con problemas en los pies, S indicando senilidad, una X para aquellos de quienes sospechaban padecían problemas mentales, etcétera Cuando las inspecciones formales comenzaban, los doctores prestaban especial atención a los marcados.
Una vez en la Sala de Registro, también llamado Gran Vestíbulo, la confusión y el desconcierto volvían a reinar. Lentamente los inmigrantes eran llamados, y los médicos los examinaban. Una de las mayores causas de rechazo eran los problemas visuales y cardiacos, aunque también examinaban la piel, el cabello… Resultaba especialmente duro para las mujeres. Hasta 1914 todos los doctores de Ellis Island eran hombres, y una parte del reconocimiento físico exigía que las mujeres se desnudasen y fuesen vistas y tocadas por los médicos.
En este primer registro muchos de los inmigrantes mostraban signos de enfermedades, debido a enfermedades reales o al puro agotamiento y/o falta de alimento. Los médicos entonces decidían si eran enviados al Hospital de Ellis Island, un complejo médico que recoge entre sus muros las historias más trágicas de la isla, y también las más esperanzadoras. En sus camas (siempre exiguas) murieron unas 3.500 personas (1.400 eran niños), pero también nacieron 350 infantes. Aunque las condiciones, debido al ingente número de personas, eran complicadas, la mayoría de los relatos de los pacientes indican que el trato que recibieron, dadas las circunstancias, fue bueno, y que tanto médicos como enfermeras trabajaron duro para hacerlos sentir cómodos. En torno a 1.200.000 de los 12.000.000 de inmigrantes pasaron algún tiempo en el Hospital de Ellis Island, algunos durante meses. Hoy en día, el Hospital de Ellis Island es un reclamo turístico adscrito a la Estatua de la Libertad. Una parte está rehabilitada y reconvertida en un museo de la inmigración, mientras que la mayor parte del complejo hospitalario se encuentra en estado de ruina, y ofrece imágenes terribles.
Aquellos que superaban positivamente el control médico, con un passed impreso en sus cartillas, eran sometidos a un control legal y mental, una serie de preguntas y respuestas acerca de ellos mismos y de su futuro inmediato en EEUU, así como de sus conocimientos sobre el país. Primero iban las preguntas del control mental. En dicho examen, tanto las respuestas físicas (caras, movimientos…) como el estado del inmigrante (nerviosismo, ansiedad…) eran estudiadas en búsqueda de desórdenes psicológicos. Lógicamente, las contestaciones que daban a las preguntas eran otro baremo. Una cuestión habitual consistía en contar hacia atrás desde veinte hasta cero. Otro tipo de requerimientos demandaban el dibujo de caras tristes o alegres, círculos, diamantes… El resultado de este control mental podía suponer el paso al siguiente examen, el legal, o el dibujo de una X y un posterior y más detallado examen psicológico.
Después de 1917 se añadió otra prueba adicional: los inmigrantes deberían ser capaces de leer un texto de 40 páginas en su lengua materna o serían devueltos a su país. Pero ya que los estadounidenses sabían más bien poco sobre otras lenguas ajenas al inglés, los intérpretes ayudaron a sus compatriotas, que recitaban el Padre Nuestro (o cualquier otra oración, pues no todos eran cristianos) mientras miraban un libro cualquiera escrito en su lengua nativa.
El examen legal resultaba el más sencillo, y al tiempo, el más peligroso para los inmigrantes. La mayoría de las preguntas eran sencillas; ¿cuál es tu nacionalidad, dónde has nacido, cuánto dinero tienes contigo…? El requerimiento monetario (normalmente $25) era seguido con una estricta escrupulosidad, del mismo modo que muchos $25 eran pasados de inmigrante a inmigrante, a veces de forma altruista, a veces por unos cuantos centavos.
Pero de entre todas las preguntas del examen legal, una era especialmente peligrosa: ¿tienes un trabajo esperándote en los Estados Unidos? Irónicamente, los inmigrantes debían demostrar que eran válidos y capaces para encontrar un trabajo en EEUU, pero que no lo tenían aún. Sí decían que un trabajo les estaba esperando en EEUU, eran inmediatamente devueltos. Antes de ser aceptados y pisar Manhattan (cuando ya eran americanos) los inmigrantes no podían tener trabajo, o se consideraba que estaban robando empleo a los estadounidenses. En 1885, el Congreso aprobó una ley que impedía la entrada a los inmigrantes que obtuvieron su pasaje a cambio de trabajo (los patronos los contrataban en Europa y les pagaban el pasaje a cambio de un trabajo agotador y un salario mínimo con el cual debían pagar dicho pasaje), ya que las condiciones de dichos acuerdos se consideraban tremendamente injustas.
Una vez más, para las mujeres (y sus hijos) el asunto era más enrevesado. Aun cuando hubiesen pasado satisfactoriamente el resto de controles, y el mismo control legal, los funcionarios no podían dejarlas pasar a menos que sus padres, esposos o familiares varones cercanos los reclamasen.
Uno de los últimos pasos antes de ser aceptados suponía la anglonización del nombre original de los inmigrantes. En muchos casos, dicho proceso consistía en colocar un nombre que sonase a inglés y como apellido, el lugar de nacimiento del inmigrante. No hay datos exactos sobre cuántos inmigrantes vieron su nombre alterado, pero los historiadores coinciden en que la cifra fue muy elevada.
Finalmente, con los controles médicos y legales superados, los inmigrantes recibían, en su propia lengua, un pequeño libro para su americanización, el nombre literal que se dio al proceso de integración de los nuevos inmigrantes en las costumbres patriótico-constitucionales de los EEUU. Así, además de ser informados de sus derechos, los nuevos ciudadanos conocían también sus obligaciones. Entonces embarcaban el ferry que los dejaría en Nueva York o en Nueva Jersey, donde comenzarían una nueva vida. Si todo había ido bien, su paso por Ellis Island no había superado las 5 ó 6 horas. Pero para otros muchos la estancia se extendería días, semanas o incluso meses.
ISLA DE LÁGRIMAS
Los marcados para exámenes médicos más profundos, aquellos que no tenían la cantidad de dinero requerida o que habían confesado haber obtenido su pasaje a cambio de trabajo, aquellos cuya situación legal era cuestionable, o las mujeres, ancianos y/o niños sin un varón cercano que los reclamase eran retenidos hasta subsanar sus situaciones. Pero otros, en torno al 10% de los detenidos, estaban realmente enfermos o padecían malestares temporales debido al viaje hasta EEUU y tuvieron que pasar un tiempo más prolongado en las instancias del Hospital de Ellis Island.
La terrible noticia está usted oficialmente detenido provocó muchísimas lágrimas. Los registros al respecto son muy numerosos. Niños, mujeres y hombres lloraban cuando el funcionario de turno les indicaba que no podían entrar en Estados Unidos, y que estaban detenidos. Los que lo estaban por problemas médicos eran llevados al Hospital. El estado actual del complejo es, cuanto menos, impresionante a la vez que espeluznante. Pero los testimonios de la época cuentan cómo tanto médicos, como especialmente enfermeras, hacían todo lo posible para atender y cuidar de los enfermos. La mayoría de ellos estaban allí por trastornos causados debido al viaje, pero otros tenían enfermedades serias que debían ser tratadas. Los que padecían enfermedades contagiosas (especialmente las relacionadas con la visión, como el tracoma) eran rechazados y repatriados.
Otros habían sido detenidos por los motivos arriba indicados: muchas mujeres, niños y ancianos sencillamente debían esperar a que alguien los reclamase. Algunos estaban marcados con un SI (Special Inquiry) eran sometidos a un examen más exhaustivo de un cuerpo especial, el Special Inquiry Board, que anualmente atendía 70.000 casos de inmigrantes cuya situación necesitaba ser esclarecida. Según la época, los SI eran anarquistas revolucionarios, alemanes, japoneses o austro-húngaros, comunistas…, aunque siempre había criminales reales y/o personas buscadas en sus países de origen.
Aproximadamente 1.200.000 inmigrantes fueron retenidos. En torno al 2% de los doce millones de inmigrantes que llegaron a Ellis Island, unos 250.000, fueron retenidos y devueltos a sus países de origen, en la mayoría de los casos porque los funcionarios consideraron que no iban a ser capaces de sustentarse a sí mismos. El 98% restante fue admitido. Es escalofriante comprobar que unas 3.000 personas se suicidaron antes de ser deportados, casi tantas como las que murieron en el Hospital de Ellis Island.
CONSTRUCTORES DE UNA NUEVA NACIÓN
Una vez que los inmigrantes se convertían en ciudadanos estadounidenses, una nueva vida en una tierra soñada de oportunidades les esperaba en tierra firme, donde llegaban cargados con sus esperanzas, sueños e ilusiones, y sus escasos pertrechos, preparados para afrontar la nueva aventura, la de la supervivencia en una ciudad que, de acuerdo con sus palabras, “era salvaje, inconcebible, inimaginable”.
Los millones de inmigrantes aceptados no sólo construyeron las ciudades del este de EEUU, ni colonizaron el centro y el oeste, sino que forjaron una nueva nación intercultural. Hoy en día, 100 millones de estadounidenses descienden de los 12 que pasaron al país a través de Ellis Island.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
- ISLAND OF HOPE, The story of Ellis Island and the journey to America, Martin W. Sandler, Ed. Scholastics Inc., NYC, USA. Impreso en Singapur en 2004.
- FORGOTTEN ELLIS ISLAND, The extraordinary story of American’s Immigrant Hospital, Lorie Conway, Ed. Collins, NYC, USA. Impreso en China en 2007.
- ELLIS ISLAND, Gateway to the American Dream, Pamela Reeves, Ed. Barnes & Noble, USA. Impreso en China en 2002.
- FROM ELLIS ISLAND TO JFK, New York’s two great waves of immigration, Nancy Foner, Ed. Yale University Press, New York, 2000.
- WORKING TOWARD WHITENESS, How American’s immigrants became white, David R. Roediger, Ed. Basic Books, New York, 2005.
- FACTS ABOUT ELLIS ISLAND’S SOUTH SIDE, folleto publicado por la Fundación Save Ellis Island, Nueva York, 2008.
- Documental del Canal de Historia (The History Channel) titulado ELLIS ISLAND, 1997.
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Una pequeña muestra de lo bonito que está esto cuando no llueve...
Para todos aquellos interesandos en verlas, aquí quedan las fotos que hice del viaje a Stavanger y el Púlpito de Roca.
Un primer slide con fotos de la peña...
Un segundo con paisajes... (estas fotos también están en Picasa)
Y dos vídeos...
Uno con los momentos de paz en plena naturaleza...
... y otro de la gente...
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... with Francesco!!
Part 1
Part 2
Part 3
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De la mano de dos bueno cyber-amigos (Brigo y Salah) nace un proyecto de divulgación cultural (del que estoy muy orgulloso de participar en su primer número xD) que toca temas tan variados e interesantes como la Historia, la Ciencia y Tecnología, el Arte y la Literatura, el misterio bajo el epígrafe de Enigmas del Mundo.
El formato es el de revista electrónica, de momento, y puede encontrarse de forma gratuita en la web de la susodicha.
La revista, incluido mi artículo, bajo el enfoque divulgativo, tiene muy buena pinta. No es porque participe yo, es que tiene buena pinta. Y excluyéndome a mí, grandes colaboradores.
www.lacruzadadelsaber.es
La semana pasada vinieron a visitarme a Bergen dos grandes amigos, Álex y Alejandro. Sí, ya sé que los nombres se prestan a la burla, proque parece un 2x1 del Carrefour, pero bueno, qué le vamos a hacer...
La ciudad no les gustó mucho (que os jodan, mamones xD), pero el entorno sí. Aquí dejo unas fotos de los días que pasamos en Bergen y de la subida a la montaña Ulriken por donde UNO NUNCA DEBE SUBIR...
Recordaréis ese ascenso toda vuestra vida...
Hasta grabamos la gilipollez en vídeo...
Después de esta aventura tan maja y simpática, en la cual un resbalón o mal apoyo hubiera significado, cuanto menos, algún esguince o una buena hostia, decidimos aprovechar los competitivos precios del turismo noruego y dado nuestro elevado poder adquisitivo pensamos en viajar a lo largo del Sognefjorden, el fiordo más largo de Noruega y del mundo, y visitar el glacial Jostedalsbreen (aunque del nombre del glacial no estoy muy seguro...), que supuestamente es el más grande de Europa. Excluída Rusia, supongo.
Anyway, aquí quedan las fotos...
Y aquí el vídeo. Mola menos que el otro, pero las vistas son... digamos... diferentes... Está dividido en dos partes porque YouTube es quisquilloso...