Introducción
Antes de hablar sobre la moderna vertiente terrorista de la Yihad es necesario una aproximación al término, además de una diferenciación entre los dos tipos de Yihad existentes para un musulmán, la Yihad mayor, la individual como persona, y la Yihad menor, la conocida popularmente como Guerra Santa. Por otro lado debemos indagar en los orígenes violentos de la Yihad, esta vez atendiendo únicamente a la Guerra Santa, para poder abordar y tratar de explicar la vertiente terrorista que azota el mundo, especialmente a partir de los atentados del once de Septiembre en Estados Unidos. En este aspecto la red Al-Qaeda se muestra como mejor exponente del terrorismo musulmán, aunque no es desde luego el único grupo existente.
Huelga decir que, pese a las futuras citas coránicas, entre otras, que aparecerán en este análisis, el Corán en sí es un texto del que se desprende un gran sentimiento de paz y armonía, donde el derramamiento de sangre innecesario o el asesinato por motivos banales es rechazado. La interpretación literal y/o arbitraria de una minoría musulmana de esas citas (escritas, por otro lado, en la Arabia del siglo VII) es lo que lleva a la radicalización del Islam, al integrismo y, en última instancia, al terrorismo islámico, actual baluarte, por desgracia para el mundo islámico y para Occidente, de la Yihad menor.
La Yihad y sus orígenes
Literalmente el término Yihad significa “esfuerzo”, pero obviamente la palabra esfuerzo se queda corta para definir la complejidad del vocablo. Más correcto sería hablar de “esfuerzo en la senda de Allah”, es decir, el esfuerzo encaminado según el Corán y los Hadizes (los textos sagrados musulmanes), y los cinco principios del Islam, recogidos en el Corán.
El profeta Mahoma habla de la Yihad con dos significados: la Yihad mayor, referida a la lucha interna de cada musulmán por ser mejor persona siguiendo los preceptos el Islam, y la Yihad menor, la lucha contra los enemigos del Islam, más conocida como “Guerra Santa”, por la que se debe luchar para extender el territorio del Islam o para defender el mismo (dar-al Islam).
El Corán es muy explícito en cuanto a la Yihad menor (Yihad a partir de ahora) se refiere. En una gran cantidad de versículos nos habla del deber de todo musulmán de extender la palabra de Allah entre los infieles, puesto que toda la tierra es de Allah y todas las criaturas son hijas suyas. Existe un “contrato” de todas ellas con Allah, un pacto pre-eterno, el mithaq, por el que la humanidad debe reconocer que Allah como su Creador, y aceptarlo como tal. El Corán manifiesta una Yihad no necesariamente violenta y/o expansionista. Es un deber por el cual los musulmanes deben extender el dar-al Islam, y defenderlo, pero no con la conversión necesaria de los no creyentes. Éstos, cristianos y judíos en su inmensa mayoría cuando la palabra fue revelada a Mahoma, podían conservar su fe bajo el dominio islámico a cambio de un impuesto especial, djizyah, con el que manifiestan su voluntad de vivir bajo el Islam ayudando a la ummah (Peters, 1998:50-51). Son así protegidos de la ummah (la comunidad de creyentes), los dhimmíes. Como explica Peters, los motivos de la Yihad históricamente “han sido de carácter político, tales como la expansión territorial o la defensa de un territorio frente a ataques exteriores”, y no necesariamente, o únicamente, religiosos (Peters, 1998:15). Así se pone en duda la objetividad de la traducción que vulgarmente se da al término Yihad en Occidente como Guerra Santa: aunque con una justificación sustentada en la religión, la Yihad tiene motivaciones mucho más terrenas.
Con todo, el propio Corán se manifiesta conciliador en cuanto a las Gentes del Libro se trata (cristianos y judíos), y en numerosos versículos expone la intención de ser aceptado por los hombres, y no impuesto por la fuerza (Peters, 1998:38) .
No obstante, el Corán es muy explícito en cuanto qué hacer cuando la Yihad sea inevitable. Existen dos tipos de Yihad a este respecto: entre musulmanes y entre musulmanes y no musulmanes. Si existe un conflicto entre musulmanes, la obligación de la ummah es detenerlo e imponer el orden. Si un grupo de musulmanes oprime a otro, el deber de la ummah es acabar con la opresión y reestablecer el equilibrio dentro de la ummah (C 49:9-10).
El otro caso contempla lo que vulgarmente se conoce como Guerra Santa, el término más conocido (acaso es único para muchos) de la Yihad. El Corán la justifica si los musulmanes han sido injustamente agraviados por un colectivo (C 22:39-41), mas se debe tener en cuenta que Allah no es partidario de iniciar hostilidades (C 2:190-4), y que éstas deben finalizar cuando los musulmanes se sientan seguros (C 2: 193). Pero contra aquellos que se posicionen contra el Islam, el Corán es explícito: “si entonces se retiran y no os combaten, sino que os ofrecen la paz, Allah no os ha abierto una vía contra ellos. Si no se retiran, ni os ofrecen la paz, ni contiene sus manos, entonces tomadlos y matadles donde quiera que los encontréis” (C 4:90-1). Más duro se muestra el Corán cuando dice “¡oh los que creéis, combatid a los infieles que os rodean! ¡Hacedles sentir la dureza! Allah está con los piadosos.” (C 9:123)
Mahmud Shaltut, autor del capítulo “El Corán y la Guerra” recogido en el libro “La Yihad en el Islam medieval y moderno” de Peters interpreta dichos versículos relacionándolos con los traidores y los perseguidores de la causa islámica. Es decir, la persecución es siempre lícita contra aquellos que atentan contra el Islam. No obstante, es innegable para nuestros ojos que la interpretación literal del último versículo citado por parte de un musulmán radical puede derivar en una acción ofensiva contra aquellos que no profesan la fe islámica. El mismo Shaltut defiende que “sólo hay tres razones para la guerra: detener una agresión, proteger la Misión del Islam y defender la libertad religiosa” (Peters, 1998: 53). Empero, la actitud belicista del Corán cuando la Yihad se ha producido es notable: “no es propio de un profeta hacer prisioneros hasta hacer estragos en la tierra” (C 8:67), añadiendo “así que cuando os encontréis con quienes no creen, matad hasta que hayáis hecho estragos en ellos, atadlos con fuerza; después liberadles gratuitamente o a cambio de rescate.” (C 47:4). Una interpretación aislada y literal puede tener funestas consecuencias.
En cualquier caso, debemos contextualizar estos versículos, no olvidando que fueron escritos en el siglo VII en una compleja situación para la incipiente religión islámica. La deriva radical y terrorista viene cuando se interpretan literalmente en la época actual.
Las acciones violentas en el Islam se justifican y promueven en determinados casos: el takfir, el que reniega de la fe y se vuelve un no creyente, es considerado el peor de los seres humanos, y “su sangre es lícita” (Elorza 2002:356). La interpretación parcial e interesada del Corán una vez más lleva a acciones contrarias al mismo: “el esquema ideológico es bien simple: para destruir el estado de ignorancia, el dominio de los infieles y renegados, y alcanzar la meta del Estado Islámico, el único instrumento válido consiste en una u otra forma de Yihad, lo cual, en la lucha contra un poder superior, implica el recurso al terror por minorías organizadas que asumen la función punitiva de exterminar físicamente a los enemigos del Islam” (Elorza, 2002: 356 y 2004:155). Sin duda, la interpretación bélica y expansionista de los actuales líderes de las redes radicales y/o terroristas es contraria al espíritu del Corán, como hemos visto anteriormente.
Continuando con el análisis, debemos mencionar a un grupo sectario que en la Edad Media actuaba con tácticas que hoy calificarían muchos de terroristas: son los nizaríes, los assasins, los consumidores o adictos al hachís, secta ismailí que entre los siglos VIII a XIII extendió el terror entre sus enemigos. Los nizaríes asesinaron a multitud de figuras públicas e importantes, siempre a la luz del día, y de forma “suicida”, ya que para que su acción sirviese de ejemplo contra estas figuras que, declarándose musulmanes no se comportaban como tales, actuaban en pleno día y en lugares públicos. Lógicamente, eran apresados y ajusticiados. Esto enlaza directamente con el análisis de Elorza sobre las modernas figuras que han interpretado el Islam en una deriva radical, como el jeque Omar (Elorza, 2002:361)
La radicalización del Corán
Varios son los motivos que pueden llevar a la radicalización del mensaje de Mahoma.
El primero puede ser la interpretación literal de los versículos. En mi opinión es el fundamental para entender la deriva integrista. La literalidad de un mensaje escrito en el siglo VII no puede ser coherente con una realidad completamente diferente en la actualidad, tanto a nivel mundial como en el mundo islámico. Por lo pronto, la ummah de la que habla el Corán no se refiere sólo a la “comunidad de creyentes”, sino al Estado islámico. En el siglo VII no se concibió la posibilidad de que existieran decenas de Estados independientes que profesasen la religión islámica, y los versículos coránicos no van orientados en ese ámbito.
Segundo, y esto entronca directamente con el primer punto, diversos factores históricos, políticos y económicos pueden favorecer esa interpretación literal y radical del Corán y los Hadizes. Indudablemente los primeros siglos del Islam fueron los tiempos dorados, y que bajo un mismo poder, y con relativa unidad, se extendía un gran imperio. Con el tiempo llegó la atomización de los musulmanes en diferentes reinos, y posteriormente, los europeos ocuparon todos los Estados musulmanes. No es de extrañar que se mire al pasado y a las primeras guerras de expansión como los tiempos gloriosos, y que se añore volver a ellos. En general, la población de los países musulmanes es pobre, y resulta más sencillo culpar a Occidente de su situación que a sí mismos o a sus gobernantes.
El descontento, pues, favorece la aceptación de los mensajes radicales. Los males del Islam no están dentro de las tierras musulmanas (dar-al Islam), sino que tienen su origen en las tierras de los infieles (dar-al harb). La literalidad de la lectura de la Sunna se mezcla y yuxtapone con una interpretación concreta y radical de “personajes con una tripel vocación de profeta, conspirador y juez implacable” (Elorza, 2002:331), ejemplificada en los mensajes de odio del jeque Omar, Sayyid Qutb u Osama Bin Laden, que cala hondo en sectores de la población musulmana con muy poco que perder. La promesa de la vida eterna en el paraíso para aquellos que mueran en la Yihad basta para que integristas ortodoxos descontentos y/u oprimidos acepten y sigan los caminos del integrismo y del terrorimo, proporcionando un cierto apoyo popular a estos movimientos en diversos Estados musulmanes.
También es menester señalar los lugares donde el integrismo y el terrorismo han arraigado más y mejor. Egipto, Arabia Saudí, Irán, Sudán y Siria son ejemplos claros de integrismo y mantienen dudosas relaciones con diversos grupos terroristas. Iraq, Afganistán y Palestina son países en donde los terroristas campan a sus anchas. El caso de Iraq es desgraciadamente terrible. En los primeros casos, el integrismo se ve favorecido en Estados donde la sharía, la ley islámica, se aplica vehementemente, o con una minoría importante que la reclama (caso de Egipto). En los segundos, la inestabilidad, la atomización del poder y la inexistencia de un Estado fuerte favorecen la aparición de los grupos terroristas. Ilustrativo de esto es Somalia, que en los últimos meses está sufriendo una escalada de terrorismo islamista en su ya deshecho territorio. Por otro lado, Gilles Kepel nos dice que la aparición de fuertes movimientos integristas islámicos “coincide con la maduración de las generaciones nacidas en los años de la independencia” de las colonias y “la llegada al gobierno de las élites autóctonas” (Kepel, 1991:266).
No podemos dejar de hacer referencia al wahhabismo saudita o a la figura del egipcio Sayyid Qutb. El wahhabismo, corriente integrista islámica mayoritaria en Arabia Saudí, es un movimiento que podemos llamar “fundamentalista”, que en su teorética rechaza cualquier cosa ajena al Islam o que pueda contaminar su pureza. En la década de los años treinta del siglo XX la familia al-Saud refunda Arabia como Arabia Saudí, y el posterior descubrimiento de los yacimientos de petróleo en la península arábiga los ha mantenido en la opulencia desde entonces. Sayyid Qutb fue uno de los líderes intelectuales de los Hermanos Musulmanes egipcios, cuyo tradicional objetivo era la implantación en Egipto de la sharía y el Estado Islámico, y es conocido también como “inspirador” de al-Qaeda.
Por último, la existencia real de fuertes redes económicas que permiten la financiación de las actividades terroristas es un factor determinante para entender el auge del terrorismo islamista de los últimos tiempos, posibilitado por el auge en las telecomunicaciones, especialmente Internet, que permite crear, de facto, auténticas redes transnacionales de información y acción para los integrantes de las redes terroristas o sus seguidores y simpatizantes. En otra vertiente, Internet permite también que los mensaje de terror (las amenazas o las imágenes de los mismos atentados) se difundan por todo el mundo en cuestión de minutos, extendiendo así mundialmente su mensaje de terror.
La deriva terrorista y sus raíces doctrinales
Creo que podemos afirmar, en base a lo expuesto en el anterior apartado, que el terrorismo es una de las consecuencias del integrismo radical islámico (aunque no necesariamente el integrismo tiene que derivar en terrorismo). “Integrismo y terrorismo son , pues, el resultado de un proceso de radicalización experimentado en las últimas tres décadas donde el factor ideológico, apoyado en una determinada lectura del Corán y los Hadizes, desempeña un papel decisivo [...] El resultado es una ideología de combate centrada en la exigencia de la yihad contra Occidente”. (Elorza 2004:156). Empero no podemos obviar que el terrorismo islámico ha matado a más musulmanes que a occidentales: Afganistán, Bali e Iraq y más recientemente Jordania, Argelia y Marruecos son ejemplos de ello. Por otro lado, las dos corrientes mayoritarias dentro del Islam, suníes y shiíes atentan unos contra otros en fraticidas actos dentro de la ummah, por más que los líderes terroristas o los advenedizos y sectarios prosélitos de los primeros hablen de la unidad inquebrantable de la ummah.
Pero si, como vimos, el Corán habla de la Yihad como medio y no como fin, como un arma más en la lucha por extender el Estado Islámico y no como el único camino, e incluso vemos que Allah no desea ni las agresiones ni la muerte de los justos ¿qué puede llevar a ciertas organizaciones islámicas al terrorismo? Para ello debemos centrarnos en los discursos y comunicados de las cabezas más visibles de dichas organizaciones. Por su conocida difusión mediática y su especial relevancia (por desgracia), Antonio Elorza se centra en la figura de Osama Bin Laden para explicar las raíces doctrinales del integrismo islámico.
Lo primero que se desprende de la lectura y análisis de esos textos es el profundo odio hacia Occidente, y en especial hacia Estados Unidos e Israel, que muestran. Aunque no vayamos a justificarlo, si podemos llegar a entender la animadversión de estas organizaciones hacia el Estado de Israel, apoyado en muchas de sus políticas belicistas y expansionistas por los Estados Unidos (aunque no en tan buena sintonía como siempre se ha pensado, según contó el diario Haaretz hace unas semanas). Pero nada mejor para ilustrar esta idea que las propias palabras de Bin Laden: “durante más de siete años los Estados Unidos han estado ocupando las tierra sdel Islam, en el más santo de los lugares, la península arábiga, saqueando sus riquezas, mandando a sus gobernantes, humillando a su pueblo, aterrorizando a sus vecinos y convirtiendo sus bases en la Península en una punta de lanza contra la que luchar contra los pueblos musulmanes vecinos [...] Todos estos crímenes cometidos por los Americanos constituyen una declaración de guerra contra Allah [...] En cumplimiento de la voluntad de Allah promulgamos la siguiente fatua para todos los musulmanes: La obligación de matar a todos los americanos, tanto civiles como militares, es una obligación de cada musulmán” (Elorza, 2002, 381).
También existe un fuerte sentimiento de humillación y de sufrimiento padecido por los musulmanes en estos comunicados. Tras los atentados contra el World Trade Center y el Pentágono del once de Septiembre, Osama Bin Laden declaró, dando gracias a Allah que “lo que América está ahora padeciendo es sólo una muestra de lo que nosotros hemos padecido” (Elorza, 2002:384).
En los comunicados además se suele hacer referencia al tiempo de los “piadosos antepasados”, a los orígenes dorados del Islam como modelo a realcanzar y al que se debe volver.
Existe dentro de todos estos comunicados referencias constantes a la ummah: “si ellos matan a nuestros niños y mujeres, viejos y jóvenes, en Afganistán, Irak, Palestina y Cachemira, nosotros podemos matar a los suyos en cualquier parte del mundo” (Elorza, 2004:151). Las referencias de Bin Laden al pueblo palestino, por otro lado, son constantes.
Elorza también defiende la posibilidad modernista del terrorismo islámico que, si bien se sustente de forma teórica en la Sunna, sería en realidad una moderna manifestación contrapuesta a la hegemonía militar, cultural y económica de los Estados Unidos (y de Occidente) tras el derrumbe de la Unión Soviética, aunque matiza añadiendo los componentes “envolventes” y complejos del Islam, que “no es una religión como otras ya que envuelve la vida del creyente, le proporciona las pautas de comportamiento y una identidad fundamental, todo ello a partir de unos principios contenidos en los escritos de los orígenes” (Elorza, 2004:170). Elorza también manifiesta la histórica tendencia de los musulmanes a recurrir a la Yihad cuando se sienten amenazados.
Así pues, el rechazo y el odio hacia Estados Unidos, Israel y Occidente, un cierto sentimiento de “humillación” y de “solidaridad” para con los pueblos musulmanes oprimidos, sumado a la idea de agresión al Islam por parte de los actores odiados, que debe ser respondida en base a una interpretación radical de la Sunna con la Yihad son los fundamentos doctrinales del terrorismo islámico.
Bibliografía
· Elorza, Antonio, Umma, el integrismo en el Islam¸ Alianza Editorial, Madrid, 2002.
· Reinares, Fernando y Elorza, Antonio, El nuevo terrorismo islamista: del 11-S al 11-M, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 2004.
· Kepel, Gilles, La revancha de Dios: cristianos, judíos y musulmanes a la reconquista del mundo, Anaya & Mario Muchnik, Salamanca, 1991.
· Kepel, Gilles, La Yihad, expansión y declive del islamismo, Ediciones Península, Barcelona, 2000.
· Peters, Rudolph, La Yihad en el Islam medieval y moderno, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1998.
· Frattini, Eric, Osama Bin Laden, la espada de Alá, La Esfera de los Libros, Madrid, 2001.
· Borrelli, Marcelo y Saborido, Mercedes, El fundamentalismo islámico, Dastin Ediciones, Las Rozas (Madrid), 2006.
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